La cría intensiva de pulpos en granjas marinas desata una oleada de protestas
Una recogida de firmas, a la que se han sumado personalidades como la célebre etóloga Jan Goodall, pide que se detengan los planes de abrir la primera granja intensiva comercial de cría de pulpos en Gran Canaria.
Fue una de las grandes sorpresas de la gala de los Oscar del pasado 2021. El cineasta sudafricano Craig Foster se hacía con la estatuilla al mejor documental gracias a 'My Octopus Teacher’ (traducida al español como ‘Lo que el pulpo me enseñó’). Un emocionante largometraje que recoge la estrecha relación de amistad que surgió entre el propio Foster, buceador en sus ratos libres, y un pulpo al que conoció en un bosque de algas en Sudáfrica, en un momento en que atravesaba una profunda depresión.
Como ocurre con todos los grandes documentales, ‘Lo que el pulpo me enseñó’ removió conciencias. Para muchos, supuso un insólito acercamiento a uno de los animales más fascinantes y desconocidos de las profundidades marinas, de los que se sabe que poseen una extraordinaria inteligencia y una capacidad de aprendizaje que no está al alcance de ningún otro invertebrado. Para el propio Foster, que hasta entonces no se consideraba a sí mismo un amante de los animales, fue un punto de inflexión vital. Una auténtica terapia.
Puede que algunos hayan recordado estos días el documental de Foster al firmar una de las peticiones que más éxito están recabando en la plataforma Change.org. Bajo el hashtag #StopGranjaDePulpos, de 96.000 personas han firmado para pedir a la Unión Europea una ley que prohíba la cría de pulpos en granjas marinas. Todo, a propósito de los planes de la empresa Nueva Pescanova, que pretende abrir la primera granja intensiva comercial de pulpos en la isla de Gran Canaria.
“Estas granjas no podrán ofrecer las condiciones que los pulpos necesitan, y causarán un nivel de sufrimiento inaceptable”, explica Jane Goodall
Entre los firmantes hay ciudadanos de España, Italia, Francia y Alemania. También, personalidades del mundo de la protección de la naturaleza como la célebre etóloga y experta en primates Jane Goodall, que ha impulsado la petición a través del instituto que lleva su nombre junto a la organización Acción Océanos.
“Estas granjas no podrán ofrecer las condiciones que los pulpos necesitan y merecen, e inevitablemente causarán un nivel de sufrimiento que ahora sabemos que es inaceptable”, ha argumentado Goodall. Para los impulsores de la recogida de firmas, “existen evidencias científicas que demuestran que los pulpos son capaces de sentir dolor y sufrimiento, y para su desarrollo necesitan espacio y estímulos cognitivos, lo que no se les facilitaría en estas instalaciones”. Asimismo, advierten, que “los pulpos son seres sintientes”, por lo que una explotación de estas características es “incompatible con su bienestar”.
Un “desastre medioambiental”
Más allá de ese sufrimiento, los firmantes explican que la granja marina supondrá también un daño ecológico irreparable. “Los pulpos son animales carnívoros y se tendrá que recurrir a la pesca salvaje para su alimentación. Tienen una ratio de conversión de 3:1, lo que significa que el peso del alimento necesario para que sobrevivan es aproximadamente tres veces el peso del propio pulpo. La cantidad de peces y de crustáceos necesaria para alimentar a estos pulpos implicaría la sobreexplotación de los recursos pesqueros y la creación de más granjas marinas”, explican.
“El impacto ambiental de este tipo de explotaciones es altísimo, con contaminación por el uso de compuestos químicos como fertilizantes, alguicidas, antibióticos o desinfectantes”, añaden. “Estas consecuencias no afectan solo a la zona en la que se sitúa la granja, sino a muchas otras, incluso muy lejanas, comunicadas por las corrientes marinas”, puntualizan. Asimismo, afirman que puede favorecer “la transmisión de enfermedades entre individuos” y aseguran que “con el conocimiento científico del que disponemos en la actualidad, sabemos que podría ser un desastre ético y ambiental”.
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La versión de la empresa es radicalmente opuesta. Según su argumento, la puesta en marcha de esta granja intensiva ejercerá menos presión pesquera sobre los pulpos salvajes y creará puestos de trabajo. El proyecto está aún pendiente de aprobación por parte del departamento de medio ambiente de las Islas Canarias, aunque desde marzo de 2021 se ha aprobado la patente para el cultivo de larvas de la especie que más se comercializa: el pulpo común.