El fitoplancton, un arma contra el cambio climático
Los seres vivos de origen vegetal que viven flotando en los océanos podrían jugar un papel protagonista en el actual escenario de cambio climático.
El radioquímico marino estadounidense Ken Buesseler ha dedicado buena parte de su vida a tratar de entender dos de los grandes misterios de la ciencia: la radiactividad y la vida en los océanos. Sus investigaciones sobre las consecuencias en la vida marina de accidentes nucleares como los de Chernóbil en 1986 o, más recientemente, de la central nuclear de Fukushima, en Japón, son una referencia en su campo.
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Sin embargo, fue un estudio publicado hace 20 años en la revista Science el que ha hecho que ahora, con el cambio climático copando buena parte de la actualidad informativa, vuelva a estar en boca de todos. En aquella investigación, titulada ‘Los efectos de la fertilización con hierro en el secuestro de carbono en el Océano Austral’, Buesseler puso las bases de una teoría revolucionaria: los océanos pueden absorber el dióxido de carbono y disolverlo de forma natural.
El planeta azul
Teniendo en cuenta que el agua cubre un 70% de la superficie total del planeta, que sean precisamente ellos los que tengan la capacidad de mitigar una de las principales amenazas a las que se enfrenta no es sino una muestra más de la inmensa capacidad de la naturaleza para recomponerse ante la adversidad. Una habilidad asombrosa que, en este caso, hay que atribuir a un prodigio llamado fitoplancton.
Pero, ¿qué es exactamente el fitoplancton? Se trata del conjunto de organismos vivos que viven flotando en los océanos, y cuyo papel es esencial en proporcionar el oxígeno que necesita el planeta y todos los seres que vivimos en él. De hecho, se calcula que en torno a la mitad del oxígeno que respiramos, unos 270.000 millones de toneladas al año, se lo debemos al fitoplancton.
El fenómeno se explica a través del proceso conocido como fotosíntesis. Un fenómeno posible gracias, entre otras cosas a la clorofila, un pigmento presente de manera natural en este tipo de organismos marinos. En apenas unos días, los miles de millones de organismos que conforman el fitoplancton realizan su proceso de renovación y muerte, liberando oxígeno a la atmósfera y, al mismo tiempo, absorbiendo cantidades inmensas de CO2.
Más hierro, menos CO2
Y este es, precisamente, el quid de la cuestión: si se logra estimular la presencia de fitoplancton en las masas oceánicas, la cantidad de dióxido de carbono que absorberán estos organismos será mayor. Y hay manera de hacerlo: el hierro, por ejemplo, es un nutriente que ayuda a florecer al fitoplancton y a multiplicar su presencia en el agua.
Así lo ha explicado el propio Buesseler en una entrevista concedida al diario estadounidense The Daily Beast esta misma semana. "Hace 20 años esparcimos en el agua del mar una forma química de hierro para analizar la respuesta del fitoplancton. Las conclusiones fueron claras: se demostró que si se aumenta el hierro se puede captar una cantidad mayor de dióxido de carbono”.
Ahora, la pregunta que muchos científicos se hacen es hasta qué punto resulta perjudicial para los ecosistemas marinos la introducción artificial de un elemento como el hierro para aumentar el fitoplancton. Según Buesseler, este tipo de experimentos son “inocuos para el océano", lo cual no quiere decir que se pueda introducir hierro de forma masiva en el agua sin esperar algún tipo de alteración a medio y largo plazo.
En cualquier caso, estos descubrimientos abren nuevas puertas en la lucha contra el cambio climático.¿Significa esto que los océanos van a hacer todo el trabajo por nosotros? Ni mucho menos. El daño causado al planeta, especialmente en los dos últimos siglos, no se arregla con soluciones puntuales, sino con cambios estructurales. Y, ante todo, con una nueva mentalidad a nivel global que dé un giro de 180 grados a nuestra forma de relacionarnos con el planeta.