Leiva comparte una foto suya con 12 años para hacer una reflexión sobre la flor que tiene en el culo
"Normalizar los privilegios es una acto mezquino", asegura

Leiva se siente un hombre afortunado. / Aldara Zarraoa/Redferns
“Básicamente vivo una especie de irrealidad continuada en el tiempo donde me pagan por hacer lo que siempre soñé hacer. Salir de gira con mi banda y tocar para un público fiel y entregado”. Con estas palabras, Leiva comenzaba una reflexión sobre lo afortunado que es. Algo que a veces puede llegar a olvidarse.
“Sin entrar en pequeños placeres magníficos como sacar un balón de la furgo y hacer unos pases largos en la estación de servicio mientras repostamos, o pedir pollo asado y vino blanco en ruta mientras charlamos del repertorio de esa noche. Todo esto entre amigos, la mayoría de ellos de siempre. Del barrio”, comentaba sobre esos pequeños momentos de placer que encuentra durante sus giras.
Una suerte de la que no todo el mundo puede presumir y él lo sabe. “La probabilidad de que esto suceda es tan minúscula, y el privilegio tan desmedido, que el conflicto vital de repente cambia de carril y consiste en tratar de no normalizarlo bajo ningún concepto”, aseguraba.
Un hombre afortunado
Te recomendamos
No es normal ser tan afortunado en un mundo en el que es más fácil encontrarse con obstáculos que con logros. “De mi amigo Jes, brillante malabarista, aprendí a brindar cada vez que llenábamos la nevera de nuestro minúsculo piso. Subsistíamos con la plata escasa que entraba de mis shows en clubs los primeros años de Pereza, y sus largas estancias en circos y cabarets. Siempre nos pareció un lujo”, recuerda sobre sus inicios que no eran, ni de lejos, los tiempos de ahora.
Han cambiado mucho las cosas desde entonces. “La mente humana se habitúa a lo bueno con una asquerosa facilidad poniendo el zoom sólo en los aspectos vitales que te faltan, difuminando a ratos lo que has dejado en el camino, y los años que llevas quemando rueda en la carretera. Te ves malhumorado en una prueba de sonido por lo mal que suena un pabellón vacío que, horas más tarde, probablemente estará sold out”, reflexionaba.
Una actitud que, como ser humano que es, tiene en algunas ocasiones. Aunque solo darse cuenta de ello, ya es un logro que no todos consiguen. “Normalizar los privilegios es un acto mezquino. Siento bastante bochorno de mí mismo cuando me sucede. Aunque sea humano”, reconocía.
“Aun teniéndolo localizado, y dedicando concienzudamente unos cuantos pensamientos al día a recordarme la enorme flor que tengo en el culo, no siempre consigo hacerme cargo y disfrutar. Seré imbécil”, se decía así mismo junto a una foto suya de cuando tenía 12 años y estaba en alguna playa del norte.
Sidonie o Love of Lesbian no podían más que compartir corazones con él ante esta reflexión que dice tanto de la sencillez y madurez de un músico que no da las cosas por sentado.