‘Sweat’: cómo ser influencer y no perder la cabeza en el intento
La película de Magnus von Horn explora la soledad de una estrella del fitness que vive por y para las redes sociales
Sweat (estreno 21 de mayo) es una película incómoda. Su director, Magnus von Horn, se recrea en la exploración del rostro de su protagonista hasta capturarlo en su máxima angustia existencial en los momentos de mayor vulnerabilidad. Parte de su magnetismo se lo debe a la brillante actriz Magdalena Kolesnik, quien interpreta a una influencer fitness que vive pegada 24/7 a un teléfono móvil desde el que se entrega a sus followers y con el que convierte actos cotidianos como hacerse un batido de plátano o subir unas escaleras en una suerte de espectáculo mediático que debe registrar para complacer a sus 600.000 fans. La película radiografía –con cierta ambigüedad– las secuelas de la sobrexposición mediática y los efectos del abuso tecnológico sobre la mente humana.
Von Horn plantea un dilema que bien podría derivar de los capítulos más extremos de Black Mirror: ¿Qué futuro nos depara la expansión de las redes sociales? Sweat no aporta una respuesta, sino que se limita a observar, como hace el buen cine, la complejidad de la tecnodependencia y sus consecuencias sobre la mente humana. En este caso la materialización del problema viene representado en la figura de Sylwia, una exitosa influencer que vive de su imagen en redes sociales pero cuyo rostro público no se corresponde nunca con su verdadero estado anímico, lo que le provoca una severa distorsión cognitiva que en ciertas ocasiones se acerca más a una bipolaridad infantil.
¿Recordáis las lágrimas de El Rubius frente a Risto? Son las mismas que las de Sylwia cuando se viene abajo frente a un par de periodistas de la Televisión Nacional Polaca arguyendo que quiere ser ella misma pero la sobrexposición no se lo permite: se ha perdido en el frío macrocosmos de las tecnologías. Como las marionetas humanas de El dilema de las redes sociales, esta estrella de la vida fit ha pasado tanto tiempo llevando una máscara digital que ya no sabe qué es ser ella misma.
Magnus von Horn no se dedica a soltarnos la moralina de que las redes sociales son malas y perversas per se, sino que el uso dependiente y obsesivo de las mismas, en este caso por una necesidad laboral, pueden perjudicar seriamente nuestra salud mental al no permitirnos ser honestos con nosotros mismos y los demás. Quizás 'honestidad', y la falta de esta, es la palabra clave que define el trauma de Sylwia. La solución, según el director, no es demonizar Instagram ni cerrar Twitter, sino utilizar estas plataformas como una herramienta de expresión sincera. El final de Sweat arroja un rayo de esperanza: si somos capaces de reconectar con nuestro verdadero yo y mostrarnos tal cual somos, sin caretas ni falsas sonrisas, probablemente consigamos ser felices, aún estando sobreexpuestos al fenómeno viral.
Siete motivos para verla
- La interpretación de Magdalena Kolesnik. Nadie diría que es su primer papel protagonista .
- La universalidad del tema que trata: los hechos se desarrollan en Polonia pero bien podrían darse en cualquier otra parte del mundo.
- La banda sonora y el ritmo, marcado por los compases techno de temas como Black Mamba de Groven & NAZ.
- El reflejo que hace de la tecnodependencia y sus consecuencias psicológicas.
- Es una de las pocas películas que explora la figura del influencer como trabajo a tiempo completo.
- Su director, el sueco Magnus von Horn, tiene 37 años: es un tipo joven que sabe bien cómo funciona el mundo de las redes sociales.
- Sus similitudes con Black Mirror y El dilema de las redes sociales, con las que forma una suerte de trilogía no oficial que explora el efecto del mal uso de la tecnología en la vida humana.