‘Guapis’ enfrenta a Netflix con la justicia: acusan a la compañía de distribuir “pornografía infantil”
El procedimiento judicial indica que la película contiene "material lascivo" y "exhibición obscena", pero la compañía dice que la acusación no tiene fundamento
La polémica generada por Guapis (Cuties en inglés) está poniendo en apuros a Netflix. La historia de la película está centrada en una chica senegalesa de 11 años, Amy, que se rebela contra las tradiciones familiares conservadoras, muchas arraigadas en principios religiosos musulmanes, y decide sumarse a un grupo de baile profundamente liberal y moderno, lo que supone una ruptura radical de las normas a las que está acostumbrada.
Aunque resulte evidente decirlo, la película no muestra ningún desnudo ni escena reprobable en ningún momento. Precisamente lo que busca condenar su directora, la francesa Maïmouna Doucouré, es la hipersexualización de las niñas hoy en día, y lo hace mostrándolas en escenas de bailes algo sugerentes, con ropa atrevida y muy maquilladas para generar el impacto necesario. Pero se trata de eso: una crítica a la sexualización infantil y una defensa de la pureza de la infancia, así como un reflejo de cómo el fenómeno Instagram –formar parte de un engranaje social que busca la aprobación constante– que parece primar en la vida de los más pequeños.
Aunque el prejuicio es comprensible, no lo es anunciar una demanda contra Netflix sin siquiera haber visto la película. Cualquiera que reproduzca Guapis encontrará de todo menos "pornografía infantil", "exhibición obscena" o "contenido lascivo", como rezan los autos de acusación que pesan ahora sobre Ted Sarandos y Reed Hastings, director ejecutivo y presidente de la empresa, respectivamente, y por tanto responsables de la distribución de la obra. Por el contrario, se enfrentará a una película muy emotiva sobre una niña franco-senegalesa que trata de adaptarse al complejo mecanismo de una sociedad que, guste más o menos, vive hipersexualizada.
El problema con Guapis no viene tanto por su contenido sino por cómo se ha vendido la película. Meses antes de su estreno Netflix lanzó un polémico póster en el que las niñas protagonistas aparecían en posiciones sugerentes y con muy poca ropa. Una imagen que nunca fue aprobada por su directora y que, realmente, no tiene nada que ver con su contenido temático. Era puro marketing. Si levantar la polémica fue (o no) un acto intencionado, no lo sabemos. Pero desde luego a quien se le ocurriese lanzar este póster debía saber que no iba a ser del agrado de todo el mundo.
El polémico poster fue una cosa y levantó fuertes pasiones. Tanto, que hasta el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quiso prohibir la película en su país. El efecto que iba a generar quizás fue el buscado, pero recibir una acusación legal por distribución de "pornografía infantil" no se lo esperaba nadie. Ha sido precisamente la fiscalía del condado de Tyler, en Texas, que tiene una ley local que prohíbe cualquier tipo de exhibición lasciva de menores que además no tenga un "interés artístico, literario, político o científico", la que ha acusado a Netflix de promover la pedofilia.
El fiscal que llevará el caso es Lucas Babin, hijo de un conocido congresista republicano, Brian Babin, y la causa está apoyada por decenas de miembros del partido republicano, generalmente pertenecientes al ala más conservadora. Entre ellos se encuentra, por cierto, el senador por Texas Ted Cruz, excandidato republicano a la presidencia del partido. Buscan enjuiciar por "causa probable criminal" la película y a Netflix.
Una acusación que ha sido duramente criticada por los artistas y por la propia directora, que no entiende cómo se ha podido malinterpretar tanto lo que quería contar, cuando precisamente su mensaje era el opuesto. Hasta la ministra de Cultura de Francia, Roselyn Bachelot, defendió la película diciendo que las críticas son infundadas y se inspiran en "imágenes sacadas de contexto".