Euphoria: por fin una serie de instituto critica la violencia y los estigmas sexuales que nos marcan durante la adolescencia
La nueva serie de HBO, protagonizada por Zendaya y Hunter Schafer, evidencia y denuncia cómo en la adolescencia se cuestiona nuestro cuerpo y nuestro deseo sexual bajo la mirada masculina
Fotopenes, porno de venganza y etiquetas. Para ser una serie de instituto, Euphoria ha hecho y dicho mucho sobre el sexo y la presión social del grupo durante la adolescencia, mientras que otras ficciones del mismo género se han quedado en la anécdota colorista. Entre las nuevas promesas que HBO ha presentado en su catálogo post Juego de Tronos, la serie protagonizada por Zendaya ha puesto el foco de atención en la ansiedad, el consumo de drogas y los estigmas sexuales que nos condicionan y reprenden siendo adolescentes. Ahora que nuestra falta de educación sexual es una evidencia y se advierte más que nunca la influencia del porno en cómo entendemos el sexo, ver esta problemática en pantalla quizás nos ayude a discutirlo más públicamente.
Fotopenes, porno de venganza y etiquetas. Para ser una serie de instituto, Euphoria ha hecho y dicho mucho sobre el sexo y la presión social del grupo durante la adolescencia
“Cassie es una zorra, eso es un hecho. Quería pasar a tercero como una mujer de moral cuestionable. Me veo asquerosa. ¿Sueles salir así a la calle? ¿Siempre estás así de mojada? ¿Va de estrecha o de guarrilla?”. Son frases dichas por distintos personajes de Euphoria, sentencias que también escuchamos en la vida real desde la adolescencia, avergonzándonos por nuestro físico y etiquetándonos por la forma en que vivimos nuestra sexualidad. “La presión social en la adolescencia tiene muchísima importancia. Ha habido un trasvase de una moral prohibitiva a ocultar si no ha habido relaciones íntimas”, explica la sexóloga Beatriz Sever en relación a cómo el ser virgen se convierte durante el instituto en una vergüenza social y cómo nos vemos forzados a dar explicaciones de nuestra vida sexual o a fingir haberla tenido para que no nos vean como bichos raros. “Ha habido ese trasvase de, si lo has hecho, eres una puta, y si no lo has hecho, una frígida”.
Como adolescentes, la presión de grupo hace que luchemos por un estatus y por no ser últimos en la competición de perder la virginidad. Vivimos esas primeras experiencias de cara a la galería, siempre buscando la reafirmación de los demás. Y a ese punto de inflexión en nuestras vidas llegamos sin ser fieles a nosotros mismos y sin conocer nuestro cuerpo, también por pudor. “¿Quién ha visto en su madre a un ser que desea?”, comenta Sever. “Nuestra madre es como un ser etéreo, santo, que no tiene deseo y no es objeto ni sujeto del mismo. Con lo cual, tampoco tenemos un modelo de mujer que goza de su sexualidad, que es libre de decidir lo que quiere y lo que no”.
En Euphoria, una de las protagonistas se documenta sobre sexo viendo películas porno y todas las escenas íntimas entre personajes calcan comportamientos sexuales de la pornografía, empezando por la posición superior de ellos en las relaciones y el yugo de ellas, ya que sus parejas no velan por su placer. “Es cierto que el porno está generando un imaginario en los adolescentes sobre cómo deben ser las relaciones íntimas o eróticas, pero se nos olvida que, si tiene esa influencia, es porque ahí hay un vacío que no se está llenando”, argumenta Beatriz Sever. “Si mi única fuente de conocimiento va a ser el porno, es lógico que piense que la realidad debería ser así. Es lo que les está ocurriendo a muchos adolescentes, que al final se están centrado en unas prácticas que, en la mayoría de casos, por lo que luego nos comentan, encima no son satisfactorias y no responden a su deseo”.
Nuestra visión del sexo se ve muy condicionada por lo que vemos en la pornografía, algo que critica explícitamente Euphoria en varios momentos, ya sea a través de la voz over de Rue, el personaje de Zendaya, o en una escena entre Sydney Sweeney y Algee Smith, cuando éste empieza a estrangularla durante una relación sexual y ella le reprende para que no vuelva a hacerlo, a menos que uno de los dos lo pida. “¿Por qué me iba a gustar?”, le espeta de primeras pidiéndole explicaciones.
Euphoria cuestiona el impuesto de la mirada masculina, evidenciando la cuota de violencia machista que vamos gestionando como podemos en la adolescencia: esa visión de nuestro cuerpo como algo al servicio de ellos, esa humillación social y, sobre todo, esa condena de nuestro deseo sexual y esa etiqueta. Ese “si no quieres que tus nudes se hagan públicos, no te los hagas” que nos persigue. La negación de que no podemos ser sujetos activos en materia de sexualidad.
Habría que fomentar un “cambio de mirada”, según la sexóloga Beatriz Sever, para cambiar el paradigma. Establecer una educación sexual que, desde la infancia, nos enseñe a no avergonzarnos, a “querernos, aceptarnos y, por lo tanto, a establecer relaciones más sanas”. Trabajar en un mensaje transversal desde los medios de comunicación, la publicidad, la familia y los centros educativos. “Desactivar las presiones durante la adolescencia y que todo el grupo entienda que hay diversidad en las vivencias y en los ritmos”, argumenta en este sentido Sever. Además de eliminar el “centralismo que se le da a la penetración, que establece que por ahí pasa el tener relaciones plenas, algo que no es cierto y también conlleva muchas desilusiones. Genera asimismo competitividad, lo que va a llevar a mucha gente a coleccionar encuentros que no les aportan nada”.
El personaje trans de Hunter Schafer en ‘Euphoria’
La estigmatización sexual que Euphoria retrata no sólo se muestra en relación a personajes cisgénero y cuerpos normativos. Una adolescente trans llamada Jules (Hunter Schafer) es una de las protagonistas de la serie. Vemos que en el pasado se odiaba a sí misma, su cuerpo y su cerebro, y que las relaciones íntimas que ha tenido siempre han sido con el mismo tío: cis, heterosexual, blanco, casado o en una relación duradera. Y que siempre han estado enmarcadas bajo un mismo halo de discriminación, prejuicios y “obscenidad”.
“Sé lo que eres”, le llegan a decir en una fiesta, mostrando que ella se encuentra en una situación de vulnerabilidad aún mayor. “Ahora estamos viendo un cambio generacional”, comenta Beatriz Sever, también portavoz de Naizen, Asociación de familias de menores transexuales. “Muchos adolescentes trans con los que yo trabajo están teniendo relaciones, tanto estables como esporádicas, en las que se están sintiendo bien”.
De acuerdo con esto, Sever mantiene que las cosas están cambiando y que “los/as adolescentes trans están viviendo cada vez mejor su sexualidad”. Sin embargo, recalca que hay quien lo vive todavía con mucho conflicto y tiene una mala relación con sus genitales. “Quienes han hecho el tránsito desde edades más tempranas llegan mejor a la adolescencia, pero quienes han estado haciéndose preguntas durante muchos años sobre por qué no se sienten bien, llegan a la adolescencia con una mochila”, sostiene.
“Van entendiendo que el sexo no pasa sólo por los genitales”, comenta también Beatriz Sever con respecto a las nuevas generaciones., aunque “a los hombres les cuesta más, en lo público, aceptar o asumir que su pareja es una mujer transexual”.