El rastreador, cómic de la semana
Si estás buscando qué leer, ahí va nuestra recomendación semanal.
Volvamos por unos instantes al manga de Jiro Taniguchi. Disfruté mucho la lectura de Los Guardianes del Louvre (comentada aquí hace algunas semanas), por esa razón he seguido interesado en el catalogo del artista, que en España edita en exclusiva Ponent Mon. Casualmente, mi segunda lectura de Taniguchi es el cómic de esta semana: El Rastreador.
El Rastreador cuenta la historia de Shiga, un alpinista que prometió a su mejor amigo, Tatsuhiko Sakamoto hacerse cargo de su hija Megumi si algo le ocurría. Cuando Shiga recibe la llamada de Yoriko, madre de la chica, que le informa de que su hija ha desaparecido, siente sobre sus hombros el peso de la promesa que hizo a Tatsuhiko. Para ello tendrá que dejar la montaña, en la que tanto tiempo ha pasado, para enfrentarse a Tokyo.
Sin ánimo de convertirse en una obra maestra del género policiaco, El Rastreador se defiende como cómic de misterio. Define bien personajes como la amiga de las malas influencias o la madre abrumada, que responden al cliché que todos esperamos. Pero, una vez más, lo que mejor hace esta novela es introducir al lector a ciertos aspectos de la cultura japonesa nunca puestos sobre la mesa para una lectura.
Los japoneses son raros, eso no lo descubrimos ahora; pero este libro descubre la prostitución voluntaria de la ciudad del sol naciente y presenta términos como Lolita Complex, ese hombre mal acabado que se siente irremediablemente atraído por las jovencitas japonesas (aunque de esos haya en todos lados). Además, localiza la aventura presentando distritos como el de Shibuya, la zona Center Gai o calles y edificios de Tokyo emblemáticos para los jóvenes de la ciudad.
Conforme avanza la lectura, sentiréis que la trama es una especie de conductor para desgranar estos puntos oscuros de la cultura japonesa. La lectura no juega con la mente del lector, no nos convierte en detectives dándonos la información con cuenta-gotas para que formulemos nuestras teorías (algo que habría estado muy bien); simplemente avanza en línea recta para presentar una resolución en la que la tensión se ha ido perdiendo por el camino. ¡Ojo! – que no es algo malo, simplemente otra forma de llevar un thriller mucho más fácil de leer y para todos los públicos.
Entre páginas y página, descubriréis las rarezas del comportamiento japonés; esa necesidad de complacer siempre, la culpa y el auto-castigo gratuito o la falta de la pérdida de control cuando la situación lo requiere. Son comportamientos reales y resulta muy divertido localizarlos en un tebeo y comprobar que son reacciones comunes de una sociedad diferente.
El dibujo, como todo manga, es lo más correcto que se puede esperar. Todos los escenarios urbanos se basan en fotografía (o modelo 3D) para no fallar al realismo. Los personajes, simplemente menos espectaculares, pero tampoco dejan de cumplir con su cometido.
Concluyendo, El Rastreador no apuesta demasiado. La narrativa se dedica a estirar de un único hilo y a desgranar la historia haciendo que pase por situaciones complejas para el recreo del autor en las reacciones de los personajes. Gustará mucho al público acostumbrado a la lectura proveniente del país del sol naciente, capaz de digerir las excentricidades propias de sus habitantes. Aquellos que esperen descubrir un "thriller", no encontrarán la oscuridad y la angustia propias de una desaparición y de la consecuente investigación policial.
Insistimos, es un cómic para conocer a la gente de Tokyo a través de situaciones comprometidas; no la resolución de un misterio.
Luis J. Merino
Técnico de sonido, melómano y amante de los dos pilares fundamentales del entretenimiento: cómic y videojuegos....