Golpes de música y calor en el Ola! Festival de Almería
Del mar de plásticos a las 'olas' musicales
Dicen que el sol 'pega', en Almería daba hasta puñetazos. Rozando los 40 grados se iniciaron los conciertos: Niñomalalengua y su música fronteriza de Malasaña, los suaves sonidos de Island que luchaban por oírse más allá de la brisa marina y MGMT que junto con Ratatat marcaron los ritmos más movidos del inicio del festival, música de las 5 de la mañana a las 8 de la tarde, para abrir boca.
Y a las 10, la reina. Muchos festivales lucharon por tenerla en cartel pero solo el Ola! lo consiguió. Björk salía al escenario, pies al descubierto y excentricidades por el resto del cuerpo, a esta diva islandesa se la puede describir de mil maneras pero nunca como sencilla. Acompañada por una mini orquesta, un grupo de bailarines y su 'reac table' (mesa de sonidos electrónicos) impactaba con cada nota y gesto sobre el personal. El modernismo llevado a lo sobrenatural, la naturaleza llevada a lo 'sobremodernista', y es que es difícil definir temas como Army Of Me, Bachelorette, Cover Me, Pluto, Fountain of love o Joga. Dejémoslo en, 'es Björk', la cual terminaba su gira en este encuentro después de año y medio haciendo sonar Volta por todo el mundo.
A partir de esta actuación se podían despegar los ojos del escenario. No hubo tanto gentío como en el Creamfields y el público era bastante más comedido, solo unos cuantos vestían con los 'típicos' accesorios festivaleros: gorros desorbitados, espadas de goma espuma, hasta uno con 'el mono' encima (literalmente hablando). Massive Attack revolucionó con su 'trip hop', Digitalism trajo el dance indie, Editors arrojó su electrónica para que luego Soulwax la convirtiera en un selecto meta-baile de dj's artesanos. Más tarde Hercules and Love Affair nos enseñó la cara más 'cañera' de Antony and the Jonhsons. Girl Talk cerró las barras.
Eran ya más de las 7 cuando las copas se dejaron de servir y los controladores empezaban a mover a la gente con sus cintas de seguridad. Unos trataban de volver a los coches dando una caminata, otros se dirigían al camping y algunos, bañador en mano, se iban a la playa. Y es que Lorenzo volvía a soltar sus puños.