¡Oh, es él!
El músico británico ofreció en Madrid el segundo de sus dos conciertos en España tras pasar por Barcelona
Tiene 43 años, lleva 25 siendo una estrella y, aunque no se ha prodigado especialmente en los escenarios en los últimos tiempos, le sobran carisma y actitud para sostener por sí solo un concierto multitudinario de unas dos horas y media de duración. Ver a George Michael saliendo de una espectacular pantalla de luces y vídeo ante el entusiasmo de 15.000 personas es ya de por sí una experiencia y no es que quede en un segundo plano, pero sí que da un poco lo mismo el repertorio que vaya a ofrecer. Un cuarto de siglo de éxitos da para muchísimo y es inevitable que se deje en el tintero un buen puñado de hits. Él puede permitirse ese lujo y cada espectador decidirá cuál es el tema que se ha quedado con más ganas de escuchar.
Su actuación de este martes en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid era la segunda de su primera gira en 15 años (que comenzó el sábado en Barcelona). En ella George Michael hizo un generoso repaso a su trayectoria musical, aunque sin demasiadas concesiones a lo obvio. Abundaron los temas de sus últimos discos de estudio, a partir de Older (1996). Esos en los que George quiso sacudirse su imagen de ídolo de adolescentes en pos del reconocimiento como músico serio, haciendo hincapié en medios tiempos y baladas que, en el concierto de Madrid, trajeron consigo una cierta falta de ritmo. Algo no demasiado agradecible, más que nada cuando el público lo que pedía era marcha. Ésto no quiere decir que no hubiese muchos momentos animados, de la mano de trallazos como Fatslove, Faith, Outside o los Everything she wants y I?m your man de la época Wham!
Mención especial para el elemento visual del concierto. El escenario estaba presidido por una descomunal pantalla/persiana sobre la que se proyectaban luces e imágenes, mientras que el nutrido grupo de músicos y coristas se desenvolvía en una especie de enormes andamios. Lástima que el sonido, tirando a deficiente, no les permitiese lucirse demasiado. El momento más espectacular llegó con la interpretación de Shoot the dog, un alegato anti Bush/Blair que concluyó con la aparición de un gigantesco muñeco inflable que caricaturizaba al presidente de Estados Unidos.
El público, casi íntegramente treintañero, disfrutó con Geroge Michael, regalándole aplausos y gritos de "guapo" a cada movimiento, bailando con temas como Amazing, Freedom 90 y Too funky y acarmelándose con los inevitables Father figure, Careless whisper y A different corner.