Desmadre a la británica
Coldplay dejó en Madrid su impronta de candidato a rey de la música pop contemporánea en un Palacio de los Deportes abarrotado para su segunda actuación del año en España
Vibrante, inimaginable e irrepetible son sólo algunos de los adjetivos que acuden a la mente para definir lo que pasó anoche. Coldplay dejó ayer en Madrid su impronta de candidato a rey de la música pop contemporánea en un Palacio de los Deportes abarrotado que se convirtió en la segunda parada de la formación británica en nuestro país.
Los temores entre los más de 15.000 espectadores se habían multiplicado en las últimas horas después de saber que en Barcelona su actuación había sabido a poco. Algo más de 80 minutos con una parte acústica intercalada. El cuarteto londinense repitió el martes las formas pero no el contenido y en apenas cuatro canciones se cargaron de un plumazo cualquier inquietud.
La hora y media que emplearon Chris Martin, Will Champion, Jonny Buckland y Guy Berryman en hacer pasear las 17 canciones de las que se compuso el repertorio, dejaron a muchos con la miel en los labios pero con la sensación predominante de que el tiempo había sido aprovechado. Las mejores canciones de sus tres álbumes de estudio editados hasta la fecha combinaron altas dosis de adrenalina con momentos íntimos pero espectaculares en una atmósfera idónea para su sonido.
Como si de un hecho impactante se tratara, la cita comenzaba con una cuenta atrás proyectada en la pantalla gigante que servía de fondo al escenario. Sonaban los primeros acordes de Square one haciendo enloquecer al público. De riguroso negro y con puntualidad británica, la formación encabezada por Chris Martin daba la bienvenida avisando de lo que se venía encima del respetable: un desmadre musical en perfecto orden.
La temperatura subía por minutos con los brillantes momentos que se vivían al son de Politik, Yellow o Speed of sound. Coldplay era capaz de llenar un escenario ausente de decoración con sus potentes ritmos de batería y la perfecta fusión de una guitarra, un bajo y un piano ante el que el vocalista del cuarteto disfrutó cual Jimi Hendrix asido a su guitarra.
Cercano al público al que en todo momento se dirigió en castellano, gracias a las lecciones de su mujer Gwyneth Paltrow, Chris Martin se atrevía a incluir una pequeña estrofa de Yellow submarine de The Beatles entre la melodía de God put a smile upon your face.
Los espectadores no dejaban escapar ni una sola nota que sonara en el Palacio de los Deportes y sus voces se dejaron sentir en Trouble, The sciencist o en la fenomenal White shadows. Funcionaba la combinación de sus primeros éxitos con sus nuevas canciones incluso en la parte más acústica del directo. Pero Coldplay no permitió que los ánimos se calmaran por mucho tiempo y se sacó de la chistera dos verdaderos trallazos con nombre propio: Clocks y la espectacular Talk.
La hora de la despedida se acercaba, no sin antes volver a encandilar al entregado aforo con un único bis en el que Fix you puso el broche de oro, aunque sin llegar a la altura alcanzada por In my place. Fue el momento para que Martin se diera su particular baño de masas apareciendo de la nada en uno de los laterales del pabellón. Casi cinco minutos de ovación despidieron a los que muchos ya declaran como sucesores de U2. Sin lugar a dudas, van por muy buen camino.