A piñón fijo
La banda de los hermanos Gallagher ofreció en el Palacio de los Deportes de Madrid una nueva muestra de su inmovilismo, o de su autenticidad. Según cómo se mire
Tras 11 años y 6 discos parece cada vez más claro que la palabra evolución no tiene (y difícilmente tendrá) cabida en el diccionario de los hermanos Gallagher. En su tercera visita a España en este 2005, tras sus conciertos de junio y su presencia en el Festival de Benicàssim, Oasis ofreció en el Palacio de los Deportes de Madrid una nueva muestra de su inmovilismo, o de su autenticidad. Según se mire. Con un repertorio prácticamente idéntico al de su actuación de hace cinco meses en la sala Aqualung, la banda de Manchester volvió a hacer lo único que sabe. Soltar una andanada de trallazos rockeros, guitarreos graníticos y alguna que otra canción memorable rescatada de alguno de sus dos primeros discos.
Que a estas alturas del partido sigan siendo Live forever, Wonderwall, Champagne supernova y Don?t look back in anger los momentos más celebrados de sus conciertos es algo que quizá no diga demasiado de un grupo que, disco a disco, parece cada vez más cómodamente instalado en su involución rockera y en su actitud entre sosa y desafiante.
Pese a todo, quizá sería injusto no valorar los méritos de Don?t believe the truth, un último disco si cabe aún más enraizado en el pasado que sus predecesores, pero con temas tan defendibles como The importante of being idle o Mucky fingers. Ambos sonaron el pasado sábado en Madrid con la voz cantante de Noel Gallagher, que parece haberse apropiado de la mayor cantidad del cariño de los fans de Oasis, mientras Liam sigue empeñado en hacerse el duro y pasearse por el escenario como un león enjaulado.
Nos quedamos con la recuperación de uno de los temas menos conocidos de Definitely maybe (1994), Bring it on down, y de Acquisce, una de sus gloriosas caras b que siempre funciona a las mil maravillas en directo con ese tuya-mía vocal tan resultón entre Liam y Noel.
No podemos olvidarnos de The Coral. La banda de Liverpool se encargó de abrir el concierto con una actuación mucho más que notable. De todos los grupos británicos que en este siglo XXI siguen con sus raíces afianzadas en el pop de los 60, los de Liverpool son sin duda los más reivindicables.
Su inclinación por la exuberancia de unos Zombies y la psicodelia de unos Doors ha ganado en contemporaneidad con un tercer disco, The invisible invasion, con producción de Portishead. Singles primerizos tan inapelables como Dreaming of you o Goodbye van dejando paso a álbumes cada vez más sólidos en los que incluso un cantante tan espectacular como James Skelly prefiere mantenerse en registros más discretos en aras a una mayor seriedad.
Precisamente de seriedad, pero también de sobriedad, efectividad y a la vez talento, hizo gala The Coral en su primer concierto en Madrid, en el que brilló especialmente la exquisita interpretación de sus músicos. Un grupazo.