Más que un ejercicio de estilo
En el ultimo año hemos vivido algunos casos de bandas supervivientes de los 80 que en sus más recientes trabajos han optado por recrear el sonido característico que las hicieron grandes. Nos referimos principalmente al How to dismantle an atomic bomb de U2 y al Waiting for the sirens? call de New Order. Dos ejercicios de estilo concebidos supuestamente para complacer a sus respectivos fans de siempre.
El caso de Playing the angel es similar. El álbum nos devuelve a los Depeche Mode de toda la vida, con temas que, sin demasiado esfuerzo, nos remiten a clásicos de la banda. El single Precious puede entenderse como una variación de Enjoy the silence del mismo modo que John the revelator se sitúa en un término medio entre Personal Jesus y I feel you, mientras que Suffer well nos recuerda tanto a A question of time como a Behind the wheel. Podríamos buscar más ejemplos en esta línea.
Pero, a diferencia de los dos grupos que citábamos antes, la fórmula Depeche se sigue mostrando absolutamente vigente y, aún más importante, la inspiración sigue estando ahí. Tras la relativa decepción de un álbum valiente, pero hasta cierto punto fallido, como fue Exciter (2001), el trío de Basildon ha vuelto a lo que sigue haciendo muy bien: Temazos de pop electrónico oscuros, brillantemente arreglados, y tocados con ese plus de emoción que sólo el mejor Dave Gahan (bien presente en este disco) es capaz de darles.
Hay que destacar también que precisamente el vocalista del grupo se ha estrenado en Playing the angel como compositor para Depeche Mode y no deja de ser curioso que sus tres aportaciones (I want it all, la impresionante Nothing?s impossible y la ya citada Suffer well) suenen más a Martin Gore que algunas de las escritas en esta ocasión por el propio Gore.
Los fans más acerrimos de Depeche Mode pueden sentirse felices. Los que no lo sean tanto, más que satisfechos con un disco de sobresaliente.