El día que la música intentó cambiar el mundo
Live 8 nos deja una buena cantidad de recuerdos memorables y la duda de si, al menos por un día, la música y la cultura pueden ayudar a hacer de éste un mundo mejor. U2 y Madonna ofrecieron los mejores conciertos de una cita que ya es historia.
Eran las tres de la tarde, hora española, y la sensación de que algo grande iba ocurrir se percibió desde el principio. Paul McCartney aparecía en el enorme escenario instalado en el Hyde Park londinense acompañado de U2 y juntos atacaban las notas de Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band. La canción comienza con la frase "Hace hoy veinte años". Quizá un guiño a aquel otro macro festival benéfico de hace dos décadas que, impulsado como éste por Bob Geldof, quiso dar al mundo de la música pop un papel relevante en la toma de conciencia del mundo frente a sus problemas, especialmente el de las insostenibles desigualdades entre ricos y pobres.
Live 8 ampliaba cualitativa y sobre todo cuantitativamente los esfuerzos y las intenciones de su precusor y nueve ciudades de cuatro continentes presenciaron el pasado sábado un alegato político-musical con un lema unánime: "Hacer que la pobreza pase a la historia".
Limitarse a una lectura exclusivamente musical de Live 8 sería quizá quedarse en la superficie, sobre todo cuando prácticamente todos los artistas implicados tendían a mostrar un nuevo contenido en muchas de sus canciones, teniendo en cuenta el contexto en el que eran interpretadas. Temas como One, de U2, Everybody hurts, de R.E.M, Hero, de Mariah Carey, Every breath you take, de Sting o incluso Music, de Madonna cobraban un significado especial de solidaridad y esperanza.
Notable alto
Lo mejor, en contra de la costumbre, estuvo al principio. U2, encabezados por un Bono más mesiánico pero a la vez más convincente que nunca, reivindicaron su papel de líderes ideológicos del evento y su condición de banda más importante del mundo con un set breve, como lo fueron todos, pero intenso. A la ya citada One, sumaron un Beautiful day y un Vertigo que dejaron un listón que se resolvería infranqueable durante el resto de la jornada. Sólo una Madonna pletórica, acompañada de un impresioanante coro de gospel, lograría acercarse a las cotas musicales y emocionales de los irlandeses con un espectacular Like a prayer.
Otros de los pesos pesados de Live 8 como R.E.M., Robbie Williams o Coldplay, cumplieron sin más. Éstos últimos, por otro lado, protagonizaron en Londres el segundo de los dúos del día cuando se les unió en el escenario Richard Ashcroft (ex The Verve) para interpretar juntos Bittersweet symphony. Pero hubo más curiosas colaboraciones, como la del díscolo Pete Doherty (The Libertines) cantando junto a Elton John Children of the revolution (T-Rex), Dido y el senegalés Yossou N?Dour interpretando el Thank you de la britanica, George Michael y, de nuevo, Paul McCartney, uniendo esfuerzos en Drive my car, y Stevie Wonder que cedió espacio a su lado en Filadelfia a los rockeros blancos Rob Thomas y Adam Levine (Maroon 5).
Veteranos y noveles
Live 8 también se recordará por la reaparición ante las masas de viejos dinosaurios del rock, como la Brian Wilson en Berlín, la de Deep Purple en Toronto, la de unos Roxy Music casi en su formación original en Berlín, la de los dos únicos Who vivos (Roger Daltrey y Pete Townshend) en Londres y, quizá la más esperada, la reunión de Roger Waters junto a sus ex compañeros de Pink Floyd cerca de 25 años después. Fue entrañable volver a escuchar Money con su celebérrima línea de bajo interpretada de nuevo por Waters, por mucho que Comfortably numb quedase un tanto plumbea a unas ya altas horas de la noche en Hyde Park.
Lástima que ésta última canción no hubiese sonado horas antes en la delirante versión de Scissor Sisters. Los neoyorquinos fueron, de entre las jóvenes estrellas que participaron en Live 8, los que se llevaron el gato al agua con uno más de sus vibrantes y divertidísmos shows. También entendieron que Live 8 podía ser además una fiesta unos Green Day demoledores en Berlín que encima se permitieron versionar el We are the champions de Queen, transformando este tema manoseado en todas las celebraciones deportivas habidas y por haber en un himno de solidaridad.
Black power
A destacar del escenario de Filadelfia la aportación de algunas de las estrellas del género musical más en boga hoy por hoy: el hip-hop/R&B. Destiny?s ChilD y The Black Eyed Peas pusieron glamour y el buen rollito respectivamente. Will Smith se llevó al público de su ciudad natal de calle y Kanye West se clavó la mejor actuación del escenario estadounidense con los impresionantes temas de su The college dropout, acompañado por una sección de cuerda que acentuaba el tremendismo de canciones tan rotundas como Jesus walks.
Por el resto de escenarios pudimos ver a la etérea Björk en Tokio, a los ya clásicos Pet Shop Boys en Moscú, a unos dignos Duran Duran en Roma y a una crecida Shakira en París, magnética sobre el escenario cantando en inglés (Whenever, wherever) y en castellano (La tortura, sin Alejandro Sanz).
También hay que resaltar que Bob Geldof tuvo sus cinco minutitos de gloria/música interpretando, cómo no, su lejano I don?t like mondays.
En definitiva, cientos de músicos, cientos de miles de asistentes en directo y miles de millones de espectadores a través de televisión e internet dieron forma al mayor (no sabemos si mejor) acontecimiento musical de la historia. E independientemente de los resultados prácticos que se puedan derivar de la iniciativa a favor de Africa, Live 8 nos deja una buena cantidad de recuerdos memorables y la duda de si, al menos por un día, la música y la cultura pueden ayudar a hacer de éste un mundo mejor.
Nos quedamos con las estrofas finales del One de U2, quizá el mejor y más significativo momento del día: "Un solo amor, una sola sangre, una sola vida. Tienes que hacer lo que debes hacer. Una sola vida, unos con otros. Hermanas, hermanos. Una sola vida, aunque seamos diferentes. Tenemos que apoyarnos los unos en los otros."