La hora de la titularidad
Coti Sorokin, hasta hace relativamente poco un desconocido en España, se ha convertido en una de las referecias del rock hispano. Lo demostró el pasado 20 de junio en su concierto en el Teatro Lope de Vega de Madrid
Pocos artistas son los que se atreven a publicar un recopilatorio de éxitos con tan sólo dos álbumes debajo del brazo. Pero son aún menos los que tras hacerlo no mueren en el intento. Es el caso Coti Sorokin (Rosario, Argentina) un perfecto desconocido en España hace tres años, hoy convertido en una de las referencias más prometedoras y sólidas del pop rock en español.
Coti (2002), Canciones para llevar (2004), y Esta mañana y otros cuentos, editado el pasado 30 de mayo, han tenido la dosis necesaria de magia y encanto para abrirle las puertas a este trashumante de la música que despuntó primero como compositor (suyo es el Color esperanza de Diego Torres), como productor (Enanitos Verdes, Julieta Venegas) y ahora como cantante. Pero no estamos ante un intérprete convencional y su puesta en escena en el Teatro Lope de Vega, marinada en un espléndido sonido, así lo demostró.
El hecho de que Coti eligiera Madrid como epicentro para dar rienda suelta a su faceta de cantante e intérprete puede ser producto de la casualidad, pero queda claro que la enérgica y positiva respuesta que su trabajo está teniendo dentro del público español no es obra del azar, ni tampoco de una moda veraniega. La propuesta musical de Coti en directo constituye un alarde de honestidad brutal -como diría su buen amigo Calamaro-, un derroche de alegría contagiosa que navega al vaivén del pop y el rock, propulsado por letras sencillas y directas, y coros contagiosos como la carcajada inocente de un niño.
El rosarino paseó de la mano las canciones de su repertorio, a veces caminando por el lado más salvaje (Está sangrando), otras por el lado más dócil (Tu nombre, Bailemos) y otras por senderos inesperados, como el tango Los mareados, que abordó en acústico; y la pieza de cierre No me arrepiento, que interpretó a pulmón abierto sin ningún tipo de amplificación, ritual que el público saboreó en completo silencio para romper en gritos y aplausos tras la última nota.
Coti es un viejo lobo que sabe como meterse al público en el bolsillo. Sus temas más suaves evocaron al Fito Páez más lírico; sus canciones más movidas, impulsadas por estribillos pegadizos, sonaron a legendarias piezas del rock 'n' roll, tan familiares que daba la sensación de llevar escuchándolas toda una vida. Para rematar ahí estaba su mirada coqueta y perfilada sobre el patio de butacas, toda una sonrisa cómplice transformada en grito de batalla cuando se trataba de cabalgar sobre temas como Otra vez o Nada fue un error. De los artistas invitados a Esta mañana y otros cuentos sólo vimos a Josemi Carmona (Ketama), quien ofreció una recreación muy flamenca de Bailemos, y La suerte, tema con el que participó en el álbum.
Coti, admirador confeso de Serrat, reforzó la oferta en directo con una banda que entiende a la perfección las pulsaciones de su música, y en la que destacan Matías Sorokin en la guitarra (con maneras a lo Bruce Springsteen), Marcelo Novati en la batería (con un aire innegable al mediático Padre Jony), el siempre creativo Alex Olmedo (La Naranja China) en la segunda guitarra y el propio Coti, como director de orquesta, que cada vez recuerda más a Marc Bolan, difunto líder T-Rex.
¿Por qué un cantante y compositor con tanta hambre de escenario ha tardado tanto tiempo en destaparse?. La respuesta quizás habría que buscarla en una entrevista que dio a la prensa de su país: "El desarrollo del músico es inverso al del futbolista. Nosotros empezamos a ser buenos a la edad en que ellos se retiran". La delgada línea que separa el fútbol del rock resplandece de nuevo. Temblad galácticos, hay un suplente al que le ha llegado la hora de la titularidad. Sus goles hablan por él.