Héroe por una noche
El músico aragonés actuó ayer (12 de junio) en Granada dentro de su nueva gira. Era el segundo concierto de la del Carpódromo Movistar
Fallé el pronóstico. El 11 de mayo, una noche antes del concierto de Bunbury, jugué a vidente en un programa de radio de una emisora local. Sin medias tintas, afirmé que el zaragozano se estaba haciendo demasiado previsible en los últimos tiempos. Que parecía no saltarse ni una coma del guión. Bien, pues me equivoqué y me alegro.
El Huracán Ambulante, la banda que le acompaña desde septiembre de 1999, cuando actuaron juntos por primera vez precisamente en Granada, abrió fuego con un breve intro que dio paso a El club de los imposibles. El "pirata" Bunbury irrumpió en escena, con sombrero y guitarra en ristre, y despertó la pasión entre un público que no se cansa de verlo.
El repertorio incluyó clásicos como Alicia, Infinito en una preciosa versión mariachi, El viento a favor (mejor canción de Bunbury en mi opinión), El extranjero, Lady Blue o Sí y otras composiciones más recientes, y brillantes, caso de Los restos del naufragio. La versión en directo, con el intro de armónica, sonó maravillosa. Fue una de las más coreadas. Claro, no habían llegado aún los guiños al pasado.
Madrid y Barcelona suelen tener la fortuna de ver conciertos diferentes. Los artistas se entregan al máximo y no extraña ver que otros músicos suban al escenario a tocar en plan sorpresa. Que la prensa nacional pulule cerca es un factor determinante para este tipo de regalos. Hay que dejar buen sabor de boca en el público, pero también entre los críticos.
Por eso en Granada quedamos estupefactos cuando Bunbury se sacó de la manga el mejor as de la noche. "Granadinas, granadinos... ¡Dios existe! Phil Manzanera está con nosotros". ¡Guau! El afamado guitarrista de Roxy Music, aclamado productor de Senderos de traición y El espíritu del vino (Héroes del Silencio) y del debut en solitario de Bunbury (Radical sonora), hizo su aparición para tocar la guitarra en Apuesta por el rocanrol. Gran guiño a Héroes, que el público agradeció con una estruendosa ovación. La nota curiosa es que Bunbury nombró a sus viejos compañeros, incluido Juan Valdivia. Sin recores. Why not?
Más tarde, para cerrar la primera parte del show, echó mano de Iberia sumergida. La comunión artista-público alcanzó aquí su cénit. El espectacular juego de luces ayudó a que la versión más delirante de este atípico trovador posmoderno transmitiese una dosis de energía extra.
Tras un mínimo alto en el camino, volvió para intepretar una de las canciones más bellas que jamás ha escrito: El rescate. También fue de las más aplaudidas. Siguió con El jinete, que sonó tan bárbara como siempre. Esta ranchera desprende ya un hipnotismo parecido, valga el símil, al que tenía Decadencia en tiempos de Héroes. Casi once minutos de canción, la banda y Bunbury en pleno éxtasis... ¿Qué más se puede pedir?
Quedaba aún otra ración de Héroes, inédita hasta ahora en nuestro país, ya que sólo la había soltado antes en tierras mejicanas. Acompañado por Copi "Clown" al piano, sonó una delicada versión de Deshacer el mundo, que enlazó de inmediato con La chispa adecuada. Emergió ipso facto un brillo especial en los ojos de muchos seguidores, que no pudieron evitar corear "Héroes, Héroes". Seguro que alguna lagrimilla se escapó. Más aún, tras ver cómo Enrique y Juan [Valdivia] cerraban estas últimas semanas toda posibilidad a una hipotética reunión de la banda en un futuro.
Canto (el mismo dolor) sirvió para poner punto y final a un concierto que mezcló, con mayor acierto que en otras ocasiones, su pasado y presente musical. En las dosis justas, sin excederse ni cuando dirigía proclamas a la audiencia, vimos a un Bunbury en plena forma que, inesperadamente, volvió a ser héroe por una noche.