Nueva York cruda
Si todo grupo ha de superar un examen con su segundo álbum, a los Strokes les tocan oposiciones a notaría. Hace apenas dos años, fueron encumbrados como cabecillas de un movimiento de vuelta a las raíces que revivía el espíritu callejero y peleón del primigenio punk neoyorkino. Estaban en el momento adecuado ?tras años de dominio del metal y la electrónica, tocaba el rock?, en el sitio correcto ?el mitológico East Village?, con el disco apropiado ?Is This It?, y los medios inflaron su figura con los más desmedidos halagos. Para la complicada reválida de aquel impacto, los Strokes han prescindido de cambios bruscos. Probaron a grabar con el productor Nigel Godrich, de Radiohead, pero el experimento no funcionó, y optaron por Gordon Raphael, responsable de su anterior trabajo. Room On Fire no sorprenderá a nadie a primera escucha: sonido crudo pero estudiado al milímetro, voz velvetiana ligeramente saturada, y formato instrumental de guitarras-bajo-batería, al que se añaden unos irresistibles teclados con sabor a The Cars. La sorpresa es que, aunque algo más elaboradas, las canciones son tan vigorosas como las primeras. Genera el mismo calor que Is This It, porque está construida con el corazón y sin ninguna concesión al convencionalismo.