Gozosa vida breve
Toca rendirse. Los que reclamamos a Dover que prueben a cantar en castellano (demonios: queremos comprobar cómo se mueve el vozarrón de Cristina en el rico idioma de Cervantes) nos quedamos sin fuerza moral para ponerles pegas después de un disco tan sensacional como éste. En sólo 30 minutos, el cuarteto madrileño empaqueta 12 canciones (echa cuentas: dos minutos y medio cada tema) desprovistas de filigranas sonoras, contundentes, potentes, adictivas. La cosa pinta de una manera muy básica: guitarra-voz-estribillo-solo y fuera, la siguiente. No hay más, pero cuando se sigue esa fórmula resulta complicadísimo encontrar variedad de melodías y redondez en la finalización. Dover lo consiguen. Cada canción es un posible sencillo. Han seleccionado The Flame, pero podían haberse decantado por Leave Me Alone, My Fault, Honest o All My Money, irresistible pop con el que se cierra el álbum. Estilísticamente remite la presión nirvanera y grunge. El grupo decide alinearse con propuestas más positivistas, las que frecuentan Weezer (esos solos de Amparo, breves y ajustados a la melodía de la canción), Muffs e incluso los Green Day más entonados. Sin darte cuenta, The Flame apura su última canción y no queda otra que arrancar de nuevo. Y uno se imagina lo divertido y salvaje que puede ser un concierto con este disco como base. Cada vez mejores músicos, cada día más banda de rock, cada melodía más irresistible, Dover lleva el camino de convertirse en el mejor grupo del pop español. Aun cantando en inglés.