Mucho ruido y pocas nueces
Carlos Santana y su banda presentaron el pasado 24 de septiembre en Madrid <i>Shaman</i>, su nuevo álbum de duetos
Carlos Santana ejerció ayer de shaman en Madrid, en todos los sentidos. El guitarrista mexicano presentó en directo (y sólo en parte) su más reciente álbum Shaman (2002), que a pesar de seguir la fórmula de duetos de su laureado antecesor, Supernatural (1999), no ha conseguido alcanzarle en cuanto a ventas.
A las 22:30 horas, con media hora de retraso sobre el horario previsto, hicieron su aparición los primeros acordes de Jingo, el clásico de Olantunji que Santana popularizó a finales de los 60 en su álbum debut homónimo. Uno a uno, y al ritmo que marcaban el batería y los dos percusionistas, fueron entrando en escena los nueve músicos que acompañan al virtuoso guitarrista en su actual tour. Aunque la noche se anunciaba llena de ritmo y color, no todo fue como se esperaba.
El mal sonido y los rebotes que éste provoca en el Palacio Vistalegre deslucieron en gran manera un show basado casi exclusivamente en las dos últimas entregas del mexicano. Hablamos de los antes citados Supernatural (1999) y Shaman (2002). El mayor problema que presentan los álbumes de duetos son, sobre todo, sus representaciones en vivo. Por más que uno no quiera, se hace imposible escuchar un Corazón espinado o un Smooth sin sus voces originales, las de Fher Olvera, de Maná, y la de Rob Thomas, de Matchbox Twenty, respectivamente. Con todos mis respetos, aunque esté Santana detrás, suena a orquesta de verbena.
La plaza (y nunca mejor dicho) estaba abarrotada, como decía el desaparecido Dúo Sapuntas, y el público, entregado. Sin embargo, Carlos Santana no hizo llorar su guitarra al gusto de todos. De la veintena de temas que desgranó durante las más de dos horas y media de recital, muy pocos pertenecían a su mejor época, la psicodélica. Sonó el inolvidable instrumental Samba pa ti, la enigmática Black magic woman y Oye como va, un tema de Tito Puente al que el de Autlán de Navarro imprimió un sonido más rockero. De hecho, lo mejoró (y que nadie se lleve las manos a la cabeza por ello).
Uno se pregunta por qué baladas como Europa (Earth?s cry, Heaven smile) (nº1 de Los 40 Principales en julio de 1976, dos semanas consecutivas) o Flor de Luna (Moonflower), que fueron grandes éxitos en España (y en buena parte del mundo), últimamente no forman parte del repertorio de Santana. Tendrá sus razones para ello, pero se echan mucho de menos.
La velada transcurrió con altibajos. Sin embargo, los ánimos del publico multirracial, que parecía estar encantado con lo que veía y escuchaba, se crisparon un poco cuando el Santana orador y espiritual empezó a filosofar con frases que no venían a cuento como: ?Venimos de la luz y regresaremos a la luz? o ?Somos espíritus dimensionales de luz?. Los feligreses de esa parroquia no querían sermones, sino música. Y lo cierto es que es mejor que se dedique a tocar la guitarra y se deje de homilías.
Madrid acogió bien a Santana, con los brazos abiertos, como lo ha hecho siempre. Pero su espectáculo esta vez no ha dado la talla. Quizás Shaman no haya sido el álbum idóneo para salir de gira. Desde luego, no ha generado las ventas esperadas, a pesar de las grandes colaboraciones aparecidas en el disco.