He?s The Boss (en todos los sentidos)
Bruce Springsteen cerró en Madrid su triunfal periplo por España que, aunque corto, fue intenso
Bruce Springsteen (Freehold, Nueva Jersey, 1949) cerró ayer en Madrid su triunfal periplo por España que, aunque corto, fue intenso. El Jefe, como le gusta que le llamen y como se le conoce en el mundo de la música (y fuera de él), salió a escena ocho minutos después de la hora anunciada en las entradas. Eran las 21:38. El austero y negro escenario rebosaba experiencia rocanrolera, sobre todo al ver tanto talento musical junto. Springsteen y The E Street Band al completo (Patti Scialfa, ausente en gran parte del tour europeo, volvió para tocar en Barcelona y Madrid) comenzaron a entregarse a un público heterogéneo que se rindió a sus pies desde los primeros acordes de The rising. El concierto prometía.
A pesar de que el Estadio La Peineta no es el recinto más idóneo para realizar espectáculos de este tipo (como ya se ha demostrado en muchas ocasiones), sonó bastante decente. En cualquier caso sigue siendo bastante penoso que en la Capital todavía no exista un espacio digno y bien comunicado en el que las tournées de los grandes artistas puedan recalar sin problemas y sin causar incomodidades a los varios miles de correligionarios que suelen mover.
Fueron casi tres horas de concierto, sí, pero el granjero de Nueva Jersey y su banda también alargaron algunas canciones a su gusto. Por algo mandan, mueven y manejan al respetable a su antojo, lo cual no es malo y, a su vez, es lícito. Springsteen tuvo algunos momentos memorables en los que el mar de manos formado por su parroquia le correspondía al cien por cien (Waiting on a sunny day, Better days, Born to run, Glory days y Dancing in the dark) pero también tuvo algunos de auténtica flojera y misticismo.
La mala organización del concierto (desorganización diría yo), el descontrol en los accesos de entrada al recinto y el maltrato y poca delicadeza hacia el público por parte de los promotores del evento, no deslucieron en absoluto una actuación que se sabía grande ya antes de que empezara. El Jefe ejerció como tal y cantó, mandó, gustó y también, por qué no, decepcionó. Son algunos de los matices que tiene la música de un gran ídolo de masas, que no tiene por qué ser siempre genial.