'Cabrácula' Mecánica
La banda de Lavapiés ofreció el martes 8 de abril el tercer Básico de la temporada de una forma estrambótica y original
Sí señores, así se presentó el líder del grupo dejando patitiesos a quienes acudieron a ver un concierto que de antemano prometía ser todo lo loco y transgresor que cabe esperar de un personaje como el Lichis, pura cultura y farra callejera. Superado el susto inicial, Cabrácula arrancó su actuación con dos canciones, Palabras de gasolina y La balada del adúltero que se quedaron escondidas en sus primeros discos. Cigarro en mano y mientras pasaba las páginas de la porno partitura que utilizó de guión (una revista porno) el cantante de La Cabra Mecánica empezó a disfrutar hasta de sí mismo. Canalladas e impertinencias incluidas, sino no estaríamos hablando de quien estamos hablando, el Lichis mostró su lado más freaky pero con todo perfectamente estudiado.
Entre verso y verso de poesía osada y urbanita, que es la que le ha dado a conocer, el escenario se terminó de llenar con la banda que le acompaña. Entonces sí se produjo la explosión carnavalesca y verbenera total de la noche. Cualquier coleccionista que por allí se encontrase, habría pagado por llevarse a su estantería de trofeos varios uno de los platos-paellera que conformaban la batería o la escobilla del baño utilizada a modo de baqueta.
El público hasta parecía envidiar el buen rollo que se observaba en las alturas. Los seguidores de toda la vida, los que aplaudían a La Cabra cuando aún no vendía discos como churros, se mezclaban con cierta cara de asombro entre quienes acaban de pasarse por las tiendas en busca de La lista de la compra o de una ilusión. Pero eso era de lo menos, la fiesta era para todos. Es lo que tiene convertirse en un grupo con grandes ventas.
Tras un paseo por el rock suburbial de sus comienzos llegaron sus estribillos más populares y repetitivos. El Lichis es auténtico, cierto, pero tenía que ceder a las exigencias de su público que no hacía más que pedir a gritos los temas que le han hecho popular. En todo momento, eso sí, quedó patente que la expresividad del líder de La Cabra Mecánica aún no ha perdido fuerza, afortunadamente. Da igual que estuviera cantando, que fumando, que pegándole un traguito a un cubata, una forma como otra cualquiera de reivindicar el botellón, él transmitió sus mensajes sobre las frustraciones y el cinismo de algunos que habitan este mundo con sus miradas arrogantes e impertinentes.
La fábula del hombre lobo y la mujer pantera, En la soleada tarde de domingo en un parque de Moratalaz y La canción de las plantas fueron la carrerilla final antes de que el Lichis y los suyos cogieran el petate y diesen cerrojazo a una noche de risas controladas y espectáculo milimetrado que incluyó la quema de un libro de Henry Miller de donde el Lichis sacó los versos más morbosos de la noche. Cabrácula plegó su capa, de la que ya se había despojado a lo largo del concierto, y desapareció no sin antes gritar una advertencia a los que le siguen: ¡A clonarse!, quizás porque así serán más y más los que disfruten de la música de La Cabra Mecánica. Al final, hasta el más poeta sabe dónde se vende el pescado.