Exquisito narcótico
Morcheeba se presentó el domingo en Madrid con una formación reducida a su esencia, que se bastó para ofrecer un precioso concierto, un exquisito narcótico para un público fiel, que seguro que afronta la semana con un sabor de boca excelente
Morcheeba ayudó la noche del domingo en Madrid a que todo el público que abarrotaba la Riviera comenzara la semana con un sabor de boca excelente. No es poco lograr eso. Con una formación reducida respecto a su anterior vísita, los hermanos Godfrey y una espectacular Skye al frente (nadie le gana en clase, belleza y simpatía) ofrecieron una lección de sutileza musical que provoca una sensación narcótica exquisita, que relaja e hipnotiza, pero nunca duerme.
La banda londinense dejó atrás al violinista-trompetista y a la corista de la anterior gira, que dotaban a Morcheeba de los matices sublimes que ofrecen en el estudio de grabación (hay una versión de su último álbum Charango (2002) que ofrece versiones instrumentales de todos los temas) para afrontar un show más sobrio, pero igualmente precioso. El trío se basta con una formación clásica de bajo-guitarra-batería-teclados además de Paul Godfrey para ofrecer una visión de su nuevo disco realmente impresionante.
Junto a la fuerza escénica de Skye, mención especial merece el guitarrista Ross Godfrey, un bluesman al servicio de los ritmos modernos, que fabrica con las cuerdas de su guitarra telarañas sónicas como pocos. Sin llegar a ser un plomo, Ross Godfrey hipnotiza tanto en sus pasajes a lo Ry Cooder (muy buenas las revisiones de temas clásicos del grupo como The Sea, Shoulder holster y Over and over de Big Calm (1998) como en el uso de su sitar eléctrico o en la vertiente rap que la banda nunca acaba de abandonar. El rapero Pace Won calentó al público como telonero de Morcheeba y puso sus rimas a las órdenes de la banda tal y como hace en los temas Charango y Get along del último disco de los londinenses.
Quizás noquean más la primera vez que los ves, pero Morcheeba produjo los efectos que su nombre adelanta: un efecto narcotizante y exquisito.