¿Dónde están las llaves matarile ...?
Alicia Keys, la que algunos proclaman como nueva Reina del Soul, presentó en España su irregular y cansino directo
El espectáculo que presenta la nueva diva estadounidense es muy irregular, lleno de gags -muchas veces infantiles- que más bien parecen salidos de una absurda telecomedia de situación yanqui. Calidad no le falta. De hecho, la Keys está arropada por once músicos en el escenario: dos teclistas, un batería, un percusionista, un bajista, un guitarrista, un saxofonista (también toca flautas y trompetas), tres coristas y un DJ (que no se sabe muy bien qué hace, pero ahí está). La banda es realmente buena.
Se trata de un show conceptual que en todo momento versa sobre el amor, como muy bien se encarga de recordar la artista. Para la ocasión, el pasado domingo día 20 en el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones de Madrid, se presentó embutida en unos pantalones de cuero negro, body ajustado, cazadora negra, boina de lentejuelas y gafas semioscuras. Una imagen que contrastaba mucho con la carita angelical y de niña buena que siempre ha tenido. Demasiado macarra para una estrella del soul.
La banda está en todo momento supeditada a los designios de su dueña y señora, que durante el concierto utiliza cuatro pianos diferentes: uno de cola, otro de cola pequeño, uno eléctrico (parecido a un Fender Rhodes) y un teclado (electrónico) del que sólo exprime su pregrabado sonido acústico. Es algo que contrasta, pues no suele ser muy habitual que una debutante utilice tal despliegue de medios. Pero tratándose de Alicia Keys, todo es posible.
La estadounidense tuvo al público comiendo de su mano desde el principio. El respetable, que ocupaba prácticamente todo el aforo del teatro, pagó mucho dinero (45 ? y 80 ?) para ver a su ídolo (otra incongruencia en una principiante), por lo que es normal que gran parte de los ahí presentes fueran auténticos fans dispuestos a dejarse la pasta por un concierto. Alicia hizo de maestra de ceremonias, utilizó a la audiencia como cómplice en todo momento, rebosó muy buen rollo y creó una simbiosis que todavía no logro comprender.
En el terreno musical el concierto despegó con una intro basada el en la Novena Sinfonía de Beethoven que desembocó en Rock wit U, uno de los mejores temas de su debú, Songs in A minor (2001) -también incluido en la BSO de Shaft (2000)-, con el que cosechó cinco Grammy. A partir de ahí, cuando parecía que el repertorio sería de lo más bailable y negro, empezó la decepción. Se sucedieron los tiempos muertos y los rellenos superficiales que llegaron a su momento álgido cuando la cantante se quedó sola en el escenario, para, durante unos 15 minutos deleitar a unos e invitar a dormir a otros con su piano.
Lo que se anunciaba como una noche llena de soul y glamour, acabó convirtiéndose en un espectáculo discontinuo y cansino, muy pensado para el público norteamericano, no para el europeo. Y ya no hablemos del español. Sólo se salvaron las interpretaciones que hizo de sus canciones A woman's worth, Girlfriend y la más que respetable versión que realizó del clásico de The Doors, Light my fire, que desafortunadamente duró muy poco. Su actuación, milimetrada y sin demasiadas concesiones, se remató con un esperadísimo Fallin'
Cuando me preguntan qué me pareció el show, entono mentalmente esa canción infantil: ¿Dónde están las llaves matarile rile rile...? Porque sigo sin ver dónde empieza la artista verdadera y dónde el producto de márketing que ha querido vender su compañía discográfica. Alicia Keys es buena, pero no tanto como muchos se empeñan en querer que entendamos. Ha tenido la suerte de contar con buenos padrinos y ha sabido aprovechar el momento. Todavía le queda mucho para ser la auténtica Reina del Soul. El tiempo se encargará de poner todo en su sitio.