¿Estamos lanzando satélites por encima de nuestras posibilidades?
Hay muchos (pero muchos) satélites orbitando alrededor de la atmósfera de la Tierra. Y eso tiene consecuencias.

La basura espacial es un problema para todos. / MARK GARLICK/SCIENCE PHOTO LIBRA
La imagen que tenemos de la Tierra vista desde el espacio dista ligeramente de lo que en realidad es. Porque más allá de su prístina belleza azul, a su alrededor giran toneladas de chatarra. Es la llamada basura espacial: miles de artefactos que llevan años, e incluso décadas, dando vueltas.
Se estima que existen más de un millón de fragmentos de desechos espaciales en órbita, que van desde piezas milimétricas hasta objetos de varios metros. Y no se mueven precisamente despacio: pueden viajar a velocidades de hasta 28.000 km/h, lo que los convierte en potenciales amenazas para satélites operativos y misiones tripuladas debido a la energía cinética que poseen.
Muchos de esos artefactos son satélites, pero la mayoría ni siquiera funcionan. De los aproximadamente 8.900 satélites que se han lanzado al espacio desde 1957, alrededor de 5.000 permanecen en órbita. Y de ellos, menos de la mitad aproximadamente 1.900, están operativos. El resto ha cumplido su vida útil y se ha convertido en basura espacial.
Recoger la basura
¿Qué hacer ante esta situación? La respuesta parece clara: tal y como hacemos cada uno en casa, los países deben hacerse cargo de sus residuos. Aunque por el momento, apenas se hace de manera testimonial.
Es el caso de Estados Unidos. Hace tres años, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), el organismo que aprueba las solicitudes de este tipo de satélites, ordenó el desorbitado de todos ellos al cabo de cinco años para reducir los desechos espaciales. Fruto de aquella ley, el pasado mes de enero se orquestó la reentrada en la atmósfera de más de un centenar de estos aparatos, que se vaporizaron a unos ocho kilómetros por segundo.
Pero esta tampoco es una solución perfecta. Al vaporizarse, los satélites esparcen por la estratosfera (la región de la atmósfera situada entre 10 y 50 kilómetros por encima de la superficie terrestre) partículas de sus metales constituyentes, como aluminio, cobre, litio y niobio.
"Estamos introduciendo materiales que no sabemos qué efectos tendrán"
Las consecuencias de esa contaminación aún son desconocidas, pero preocupan enormemente a los científicos. En esos términos se expresó el pasado mes de noviembre Daniel Murphy, químico atmosférico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. "Estamos introduciendo materiales que no sabemos qué efectos tendrán, y van a ir entrando en cantidades cada vez mayores".
Con la nueva administración Trump, esta situación podría ir a peor. Y es que uno de los principales responsables de lanzamiento de satélites es SpaceX, empresa del magnate Elon Musk. En sólo cinco años ha lanzado más de 8.000 satélites Starlink, de los cuales 6.000 siguen activos. Se estima que su vida útil es de apenas cinco años, por lo que la compañía ha de seguir poniendo en órbita un número cada vez mayor de estos aparatos.