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Agustín Martínez sobre la nueva epidemia: “Veías a la gente puesta de fentanilo y era como estar en una especie de apocalipsis zombie”

El primer integrante de Carmen Mola que lanza nueva novela este 2025

Agustín Martínez, en Alderny. / Imagen de @Javier Ocaña cedida por Editorial Planeta

Carmen Mola se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales de los últimos años tras ganar el Premio Planeta y desvela que no era una mujer sino un trío de guionistas. El pasado año, cerraron su saga de la inspectora Elena Blanco con El Clan y anunciaron un descanso de su proyecto para dedicarse a sus trabajos en solitario.

Los tres se pusieron las manos a la obra y el primero en lanzar su novela ha sido Agustín Martínez al que le avalan dos obras anteriores como la de Monteperdido que dio lugar a una adaptación audiovisual de mucho éxito.

En esta ocasión, El Esplendor, nos ofrece la historia de César y Rebeca, dos buscavidas que van distanciándose y se ven envueltos en una historia de secretos y fiestas clandestinas en la isla de Alderney, lugar clave en la ocupación nazi, que marcará su futuro.

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Como es habitual en el autor, hay una fuerte carga documental y una descripción de lugares y ambientes que nos trasladan al escenario de una manera muy realista. Orgías y drogas con cuestionamiento de identidades que atrapan al lector. Y de todo eso hemos hablado con él. Y sí, se hace raro, después de varios años, hablar con él a solas, sin sus compañeros al lado.

Pregunta: Después de varias novelas con Carmen Mola, ¿cómo ha sido volver a escribir a dos manos?

Respuesta: Bien, normal. A mí me ha pasado una cosa curiosa, nunca he dejado de tener la sensación de haber dejado de escribir yo solo, a pesar de estar con Carmen Mola. Había escrito dos novelas, luego llegó Carmen Mola, pero en paralelo he estado escribiendo muchas series de televisión, algunas prácticamente solo o con muy poquita gente.

P: ¿Qué te han dicho tus compañeros de esta novela?

R: Solo les permite que me alaben. Está absolutamente prohibida la crítica. Sí nos hemos contado, los tres, qué novela estábamos escribiendo, pero no nos la hemos pasado mientras la hacíamos, no nos hemos usado como lectores de la novela. Las hemos compartido ya cuando estaban cerradas. No sé exactamente por qué, ya compartimos demasiado con Carmen Mola, hay que reservar el hueco de cada uno.

P: ¿Y si supera el éxito de Carmen Mola?

R: Me parecería raro que eso sucediera. Ya me parece raro el éxito de Carmen Mola, así que, hacerlo dos veces me parece muy difícil. Aunque alguno de los tres sacara una novela que funcionara super bien y fuera un super pelotazo, seguiríamos haciendo novelas de Carmen Mola porque nos gusta, nos lo pasamos bien haciéndolas.

Uno, de repente, cuando mira a su alrededor se da cuenta de que hemos colocado como modelos a personas amorales como Donald Trump, Elon Musk o los tecnócratas de las grandes compañías y me da un poco de miedo.

P: Nos llevas a Alderney, el único campo de concentración en suelo británico donde hubo muchos españoles, ¿cómo llegas aquí?

R: Llego siguiendo un poco el rastro del dinero. Cuenta la historia de Rebeca y César que van persiguiendo la herencia de un tipo que ha fallecido cerca de Barcelona y empiezan a intuir que hay algo de dinero escondido en un paraíso fiscal y yo cuando estaba construyendo esta historia y estaba buscando algún paraíso fiscal donde pudiera haber escondido el dinero, pensé en las islas del Canal de La Mancha porque me gustaban mucho a nivel histórico y geográfico, me parecen muy interesantes.

P: Pero, ¿ya las conocías como paraíso fiscal?

R: Si, jajaja, porque las uso mucho… sabía que eran un paraíso fiscal. Esa fue mi llegada al lugar. Ahí empiezo a documentarme sobre la historia del sitio y sobre los paraísos fiscales que también tienen importancia dentro de la novela y me aparece la historia de Alderney y su pasado con la ocupación nazi de la que no tenía ni idea. Me encuentro con una historia que me parece increíble y que funciona muy bien como metáfora de lo que viven los personajes en presente. Ahí es donde me encajan las piezas de la novela.

P: Llegas con la ocupación nazi en unos momentos donde el fascismo tiene mucho protagonismo, todavía colea el saludo nazi de Elon Musk, ¿te inspiraron los momentos actuales?

R: Hay cosas que no son premeditados. La novela ha salido en el 80 aniversario de Auschwitz que es otra coincidencia. No con Elon Mus, porque ya estaba escrita la novela cuando hace este saludo pseudo nazi, pero sí hay interés en ese sentido. La novela habla mucho de identidad y de cómo determinadas élites, cuando están por encima de todo, cuando están en la cúspide del poder, destruyen todos los esquemas morales y pueden hacer lo que les dé la gana a partir de ahí y eso tiene mucho que ver con la historia que yo cuento en presente en la novela y tiene mucho que ver con cómo funcionó el régimen nazi, cómo fueron capaces de construir un nuevo sistema moral en el que lo que para cualquiera estaba mal, para ellos estaba bien. A mí eso sí me interesa y tiene mucho que ver con lo que está pasando a nuestro alrededor. Uno, de repente, cuando mira a su alrededor se da cuenta de que hemos colocado como modelos a personas amorales como Donald Trump, Elon Musk o los tecnócratas de las grandes compañías y me da un poco de miedo. Me da miedo que nuestro modelo a seguir sea alguien como Trump que su mérito es haber engañado, haberse escapado de juicios, haber hecho muchas trampas por el camino y ser el dueño del mundo. Eso sí está en el sustrato de la novela.

P: Tú has estado allí, en Alderney, ¿qué aura se respira?

R: Es extraño, yo he estado ya dos veces en la isla. Primero hice el viaje yo solo y luego con prensa. La sensación es contradictoria. La primera vez que estuve fue en verano y es una isla bonita, tiene unas playas muy bonitas, unos acantilados muy chulos, pero el paso de los nazis está muy presente. Allí nunca hubo guerra, a diferencia de cualquier otro lugar de Europa y todo lo que construyeron está ahí, salvo los campos de concentración, que eliminaron los barracones, pero está llena d búnkeres, trincheras, puestos de artillería, de torres de vigilancia, ves hormigón por todos los sitios y es muy pequeña. Vas a la playa, que es preciosa, pero al final de la playa hay un muro anti tanques para evitar el desembarco, con agujeros de bala, y detrás hay un camping que era uno de los cementerios que se usaron durante la ocupación. Entonces, la sensación es contradictoria. La gente tiene que seguir viviendo con esto, no se puede olvidar lo que pasó allí porque está super presente, pero hacen un ejercicio continuo de quitarle importancia. Hay lugares que transmiten muy mala vibra y que impresionan mucho, aunque no hay nada prácticamente. Hay un campo de concentración que se llama Sylt y hoy en día quedan dos postes de ladrillo que era la entrada y todo alrededor es un descampado y estás allí y te genera mucha impresión. O la fortaleza de la novela, que es real. Todas estas fortalezas victorianas, los nazis las ocuparon y las fortificaron y entras en las habitaciones reconvertidas en búnkeres que ahora son hoteles y hay una sensación o impresión de que ha habido mucho sufrimiento en este lugar.

Agustín Martínez, en Alderny.

Agustín Martínez, en Alderny. / Imagen de @Javier Ocaña cedida por Editorial Planeta

Agustín Martínez, en Alderny.

Agustín Martínez, en Alderny. / Imagen de @Javier Ocaña cedida por Editorial Planeta

P: Esta novela tiene mucho de cuestionamiento de la propia identidad, ¿alguna vez has querido no ser tú?

R: ¿Quién no? Creo que esa fantasía de vivir varias vidas en varias vidas creo que, sin tomártelo en serio nunca, se te cruza por la cabeza en algún momento. ¿Qué pasaría si, de repente hago un punto y aparte en mi vida y me marcho de la ciudad, dejo de ver a la gente que tengo a mi alrededor y me planto en mitad de Berlín o de Londres y empiezo de cero? Esa fantasía, que yo nunca he tenido la tentación de llevar a cabo, me parece recurrente en el ser humano. Y reconozco que hay una serie de personajes que lo han hecho y que me parecen fascinantes. Esta gente que es capaz de cambiar de nombre, inventarse un pasado nuevo y empezar de nuevo en otro sitio.

Tiene mucho que ver con Trump, los extremismos, encontrar razones para crear una nueva moral y que lo que antes estaba mal, ahora esté bien.

P: Si pudieras adoptar la identidad de otra persona, ¿cuál te gustaría?

R: Me gustaría convertirme en mi yo de 12 años para poder volver a tener otra vida por delante. No lo sé, no tengo ninguna super fantasía porque realmente estoy muy contento con mi vida. Alteraría cosas de mi vida para tenerla más completa, pero no la cambiaría por otra.

P: También trata mucho de los límites de la moral, ¿tú los tienes claros?

R: No. Es un tema complicado. Los personajes ya tienen profesiones un poco bordeando la moralidad. Tanto Rebeca cazando herencias, como César con esto de ser un guía nocturno de la noche madrileña. Son como dos buscavidas. La moralidad uno tiene que estar recordándosela continuamente, recordando que hay límites que están ahí y hay cosas que no se pueden hacer. Tiene mucho que ver con Trump, los extremismos, encontrar razones para crear una nueva moral y que lo que antes estaba mal, ahora esté bien.

P: Muchas veces pensamos que el exceso de dinero traspasa esos límites, ¿culpa de la literatura o una realidad?

R: Por desgracia, forma parte de la realidad. Cuando cuento esto hay un referente muy evidente que son los nazis. Hay una anécdota que contaba un preso del campo de concentración que decía que a los soldados nazis cuando mataban a un prisionero lo recompensaban con días de vacaciones. Es una inversión total del esquema moral, lo que está mal es recompensado con algo bueno. Sucede cuando alguien está en el poder y tiene la conciencia de que nada le da miedo porque nada de lo que haga va a tener consecuencias. Y cuando miras a tu alrededor, a las noticias que hay, inevitablemente pensaba en el caso de Epstein. Alguien en la cúspide del poder, que lo tiene absolutamente todo y se compra una isla para montarse unas orgías bárbaras a las que invita a un montón de gente igual de poderosa que él. Llega un momento en el que el dinero ya no te puede dar nada extra. O pienso en las fiestas de P. Diddy, ya lo tienes todo, ¿por qué necesitas más? ¿Por qué esa necesidad de tener lo que nadie puede tener? En el caso de Epstein era menores de edad y en el caso de P. Diddy, por el estilo. Siempre tengo la sensación de que todo lo que conocemos es la punta del iceberg, lo que se mueve en las élites, ¿qué será?

Cuando ves el estilo de vida japonés, el tipo de pisos que tenían, el tipo de trabajo que tenían, hace 30 años en España era como, los japoneses están locos, ¿qué hacen viviendo en una casa de 10 metros cuadrados? Y ahora nos estamos peleando por una casa así.

P: Por cierto, que en un momento dado dices que los dilemas morales de los japoneses llegan aquí 30 o 40 años después, ¿eres uno de los muchísimos que han ido a Japón en el último año?

R: No, pero tengo ganas desde que pusieron el vuelo directo. Pero me parece curioso cómo la sociedad japonesa nos parece a veces marciana, cuando lees literatura japonesa o ves películas o series y te describen sus sociedades o sus ciudades y vemos cómo todo eso se va importando a Occidente y cómo su cultura se está metiendo dentro de Occidente. Ellos tienen una cultura del éxito bárbara, super presionante. El fracaso personal dentro de la sociedad japonesa es terrorífico.

P: De hecho, tú hablas de los Johatsu, los evaporados, gente que desaparece y empieza una vida en otro sitio.

R: Es una epidemia. Estamos hablando de unos cien mil japoneses al año que hacen eso. Hay empresas que se dedican a hacerlos desaparecer y ese tipo de cosas, al final, se capitaliza todo. Las razones que tienen para hacerlo son: me han despedido del trabajo, soy un adolescente y no he conseguido aprobar los exámenes, he creado una deuda y cómo se lo cuento a mi familia… cosas que tienen que ver con el concepto del éxito y forman parte de nuestra sociedad. Cuando ves el estilo de vida japonés, el tipo de pisos que tenían, el tipo de trabajo que tenían, hace 30 años en España era como, los japoneses están locos, ¿qué hacen viviendo en una casa de 10 metros cuadrados? Y ahora nos estamos peleando por una casa así. O eso de que están tecnificados, no son humanos, ¿cómo estamos nosotros? Exactamente igual, intenta una reclamación en una oficina, es imposible, solo puedes hablar con máquinas. Siento que eso está ahí y que en Occidente hemos creado el gran objetivo vital a través de redes sociales y es el éxito en muchas formas, dinero, poder… un chaval de 15 años, ¿qué quiere? Encontrar el atajo más rápido para estar en la mejor fiesta de Madrid y llevar la ropa más chula, montar en avión y cenar en un restaurante en París.

P: Rebeca y César son dos buscavidas con trabajos de dudosa moralidad, ¿es posible no juzgarlos?

R: No lo sé, eso lo tendrá que decir el lector. Yo no los juzgo cuando escribo la novela. Creo que son personajes con claroscuros, cosas que son dudosas moralmente, pero tienen otras cosas que son más luminosas y que comenten equivocaciones a lo largo de la novela con determinadas decisiones. Cuando construyo personajes me gusta que sean así, que estén la zona gris donde no son héroes absolutos, también tienen sus defectos.

P: ¿Se podrían rebasar ciertos límites morales sin drogas de por medio?

R: Sí, creo que las drogas son la excusa en el fondo para querer rebasar unos límites.

Tiene una población ultra pobre y enganchada a una droga que es terrorífica. Recuerdo hace un par de años que estaba por Nueva Orleans y paseabas por allí y veías a la gente puesta de fentanilo y era como estar en una especie de apocalipsis zombie.

P: Hace unos años, muchos lectores se habrían preguntado qué es el fentanilo, nada que ver con hoy en día, ¿no?

R: Son estas cosas que deberíamos mirar con ojo más crítico cuando miramos a Estados Unidos que es una potencia mundial que padece una epidemia de fentanilo. Tiene una población ultra pobre y enganchada a una droga que es terrorífica. Recuerdo hace un par de años que estaba por Nueva Orleans y paseabas por allí y veías a la gente puesta de fentanilo y era como estar en una especie de apocalipsis zombie. Es una droga que ha pasado a la calle. En España no está tan presente. Cuando uno mira incautaciones, hay muy poco, pero sí es verdad que empieza a aparecer mezclada con otras drogas y es una manera de enganchar a la gente a esa droga. Es algo terrorífico. El que funcione el fentanilo está haciendo que gane mucho dinero mucha gente, estamos permitiendo de alguna forma la existencia del fentanilo que es una droga química y estamos permitiendo que esté entrando en nuestra sociedad.

P: El pasado siempre vuelve, ¿no podemos escapar de él?

R: No hay manera de huir, es algo a lo que juegan mucho los personajes y es un poco ingenuo eliminar el pasado de forma absoluta como si no hubiera existido porque inevitablemente va a salir y forma parte de nosotros, tú arrastras tu pasado, tu historia, la de tus padres, tus abuelos, forma parte de ti. No puedes arrancarte una parte de ti.

P: Supongo que ha habido mucha documentación para el libro. Más allá de la histórica, ¿es necesario documentarse de manera práctica para describir fiestas como la de Citadelle?

R: Es conveniente, jajaja, hay que ir a fiestas para poder saber cómo funcionan. Hay mucha documentación. Es una novela que he escrito a lo largo de cinco años y también me documenté sobre el mundo de las fiestas. Hay un libro de una periodista norteamericana que está super bien y que va siguiendo a las chicas de clubs que son habituales, siguen a los promotores y van a clubs de super lujo en Ibiza, Cannes, Nueva York y ella las siguió y acompañó durante un par de años. Todo este mundo de cómo funcionan estas fiestas, el precio, la configuración del espacio, está todo muy documentado.

P: Por cierto, que Citadelle es una marca de ginebra, ¿el subconsciente?

R: Y es una canción de los Rolling. Y, esto es coincidencia, estaba escribiendo la novela y la fortaleza es un lugar real y decidí cambiarle el nombre y la llamé Citadelle porque me gustaba más cómo sonaba. Y luego, leyendo documentación de la ocupación nazi, los presos hablan de un quinto campo de concentración que se llama Citadelle que no eran capaces de ubicarlo.

P: César y Rebeca tienen problemas de pareja, ¿la falta de comunicación dispara la imaginación?

R: Sí, la falta de comunicación genera desconfianza y también la ambición. Al final, el deseo de conseguir algo impide ver lo que tienes en ese momento y genera esa insatisfacción que sin darte cuenta te está alejando. El viaje es un poco raro en la novela, pero es así. Ellos eran felices antes de que empezara la novela, lo tenían todo y sin darse cuenta lo han ido estropeando y están intentando recuperarlo, un viaje a la inversa.

P: Hablas de dos claras influencias: Patricia Highsmith y Eyes Wide Shut de Kubrick… ¿fueron conscientes?

R: Fueron influencias conscientes. Me gusta mucho Patricia Higsmith, no solo Ripley que es el referente más evidente por el juego de identidad, pero me gusta mucho por cómo construye las novelas que no tiene nada que ver con lo que uno se suele encontrar en las librerías: un crimen en la página 4, investigación, pruebas y falsos sospechosos -que yo también lo he hecho-, pero me apetecía salir de ahí. Me he fijado mucho en cómo lo hace ella, cómo genera historias partiendo de un pequeño error que se va haciendo más grande y va llevando al personaje a un sitio del que ya no tiene retorno, eso me gusta un montón. Y cuando empiezo a pensar en fiestas de la élite y de gente que quiere colarse en ese tipo de fiestas me viene a la cabeza, inevitablemente, Eyes Wide Shut. Es una película que no me gustó demasiado la primera vez que la vi y luego, la he ido viendo más veces, y me ha ido gustando más.

P: Ahora muchos querrán leer El gran impostor de Robert Critchton para conocer mejor a Fred Demara, ¿cómo llegaste tú a él?

R: Es un personaje fascinante. Hay una película de él de Steven Spielberg que se llama Atrápame si puedes. Es un impostor, pero no que busca un beneficio económico, sino que va cambiando de vida y hay momentos en su historia real que son increíbles. Roba la identidad de un cirujano, no ha estudiado medicina, y lo mandan como cirujano en un buque a la guerra y en un altercado al capitán del barco le pegan un tiro y tiene que operarlo. Cuenta que esa noche se pone a estudiar manuales de medicina a saco y lo operó y lo salvó y no era médico. Me parece un personaje muy increíble. Primero le dan una medalla al mérito y luego se la quitan porque descubren que no era médico. Ha tenido varias así a lo largo de su vida.

Yo en mi edificio tengo una casa que también algún día la ocuparé porque nadie la ocupa, no aparecen herederos, así que, en cualquier momento reviento la cerradura.

P: Hay un solo personaje al que ponemos cara, Solomon, al que comparas con Philip Seymour Hoffman, ¿por qué lo tenías tan claro?

R: Me parece super reconocible su cara y me encantaba el actor y me lo imaginaba, era una manera de identificarlo y conseguir que el lector tuviera una imagen muy clara en la cabeza. A veces es difícil cuando construyes novelas que tienen muchos personajes, que la gente no se confunda y vaya mezclando un personaje con otro, y creas elementos muy característicos de cada uno de ellos para que la gente los fije. En este me hacía gracia porque me imaginaba a Philip Seymour Hoffman embadurnado de crema en la Plaza del Conde del Valle de Súchil.

P: Ahora que mencionas la casa donde viven Rebeca y César, entramos en otro tema en tendencia que es el de los okupas.

R: Es que son unos listos. Van colándose por los vericuetos del sistema. Lo peligroso es cuando ves a estos listos, que son majos en el fondo, pero les ves que consiguen las cosas por el morro y dices, qué listos, qué apañados, pero está mal, evidentemente. Ellos han conseguido colarse y tienen esa casa. Yo en mi edificio tengo una casa que también algún día la ocuparé porque nadie la ocupa, no aparecen herederos, así que, en cualquier momento reviento la cerradura.

P: Tu primera novela, Monteperdido, dio para varias temporadas de una serie. En este caso, ¿ves película o serie?

R: No lo sé y no me lo he planteado mucho. Hoy termino el rodaje de la cuarta temporada de La Caza y cuando tengo una historia y quiero hacer la serie, puedo llevarla hacia ella porque tengo productor y tengo acceso a las plataformas. Igual que una novela puedo lanzarla porque tengo acceso a las editoriales. Entonces tienes la historia y cuando la escribes, me la imagino como novela, puede ser muy visual y puede tener mucha herencia de mi trabajo como guionista, pero me la estoy imaginando como novela. Acaba de salir y no me lo he planteado, pero podrían salir las dos cosas, peli o serie.

P: Ya se han pronunciado muchos sobre tu novela, ¿te ha invitado a comer Alberto Chicote?

R: Todavía no, pero estoy esperando que suceda. Ya fuimos una vez a su restaurante y comimos de maravilla. Es un lector voraz de novela negra y de fantástico, de las dos cosas y es muy majo.

P: ¿Carmen Mola ya ha empezado a escribir lo siguiente?

R: No ha empezado a escribir, pero ha empezado a reunirse. Está en la primera fase del proceso. Llevaos bastante trabajando en lo que será la próxima novela y ya tenemos la historia. Estamos ilusionados porque creo que es muy chula.

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