Lo último de “Shaolin Cowboy” es más de lo mismo y eso es exactamente lo que necesitas.
Que no cambie nunca y que no acabe jamás.
Shaolin Cowboy es algo diferente a lo que acostumbras a leer. La mente de Geof Darrow (Hard Boiled) funciona de otra manera, y sus historias, así como su forma de contarlas, resultan muy refrescantes cuando llegan (que es muy de vez en cuando).
“The Shaolin Cowboy” presenta exactamente eso; un personaje híbrido entre Cowboy y Shaolin, de mediana edad, con sobrepeso, vestido con vaqueros, una chaquetilla roja y un pañuelo amarillo al cuello, al que claramente hay que temer.
En sus primeras entregas vaga errante por el yermo y tras él va una ristra casi interminable de personajes que buscan venganza. Parece ser que este hombre, de algún modo, ha conseguido faltar o molestar a cada uno de estos individuos y ahora todos tienen una historia que contar y un hombre común al que matar.
El cómic os dejará las cosas claras desde la primera página. Acabar con Shaolin Cowboy no es tarea fácil. El protagonista parece ser un maestro en las artes marciales y tener un diploma, además, para matar con estilo. Es decir, sus enemigos, por normal general, caerán como moscas y caerán con estilo.
Pero las cosas aún se ponen más raras. Cuando os descubráis leyendo un diálogo entre el ‘cowboy’ y un cangrejo al que todo el mundo llama “Rey Cangrejo; un cangrejo que vio morir a toda su familia a manos del ‘cowboy’; en su caso fue en una marisquería, viendo como sacaban uno a uno a todos sus familiares para ponerlos en el plato del cowboy shaolín hasta saciar por completo su apetito. Por supuesto a ‘Rey Cangrejo’ no le vale una disculpa. Hay que luchar.
Este es el ‘tono’ general de “The Cowboy Shaolin”. Ahora comprendéis porque la lectura ‘es especial’ y, como advertíamos, vale mucho la pena.
En “Quien mal te quiere”, el último tomo de la colección, este peculiar monje hará frente a todo tipo de seres; desde lagartos y dinosaurios, pasando por medusas voladoras o bandadas de pájaros enloquecidos, hasta verdaderos engendros con perfil de crustáceo, cerdos gigantes o centenares de humanos que ayudarán a pintar las calles de rojo.
En Shaolin Cowboy, al final, la historia y la narrativa no son más que un pretexto para que Geof Darrow pueda hacer lo suyo, que es llenar páginas y páginas con la mejor acción viñeteada que tu dinero puede pagar.
El rotring calibrado de Geof Darrow no se queda sin tinta y de eso te darás cuenta desde la primera página. El nivel de detalle con el que dibuja este señor no tiene precedentes; desde una berruguita en la cara, pasando por las gotitas de saliva salpicadas al masticar, pasando por los casquillos de bala y el escombro de las batallas para llegar (¡cómo no!) a las detalladas vísceras de aquellos que se despidan de ellas.
Geof Darrow es artista y artesano a partes iguales; no tiene prisa en acabar las páginas, se toma su tiempo, y hace muy buen uso de las páginas completas (splash page) para hacernos llegar la acción a gran escala. Si tiene que dibujar 20 páginas de un hombre peleando contra lagartos, eso es lo que hará.
El dibujo de este señor es aberrante y abrumador. No vais a encontrar muchas cosas con este 'nivel' de locura y calidad tan bien equilibrado.
Creo que no me dejo nada. ‘The Shaolin Cowboy’ tiene ya cuatro volúmenes publicados por Norma que recogen todo el material editado por Dark Horse en EEUU, en el mismo formato “tapa dura con lomo de tela” que tanto nos gusta.
De verdad, si no conoces el cómic, acércate a tu librería y abre uno de ellos. Un simple vistazo hará que comprendas todo lo que has leído aquí.
Un auto-regalo excelente e imprescindible.