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Florencia Etcheves, tras investigar sobre Frida Kahlo: “Fue víctima de ese marketing de las camisetas y las agendas”

La periodista y escritora lanza una novela donde la pintora y Diego Rivera son algunos de los protagonistas

Frida Kahlo, emblema mexicano. / Hulton Archive

Florencia Etcheves es una periodista de investigación y escritora que ha pasado gran parte de su vida trabajando en televisión. Quizás hayas visto alguna de las adaptaciones de sus novelas en Netflix. Maneja perfectamente el lenguaje audiovisual y es el que encontramos en su última novela, La cocinera de Frida.

Como sus anteriores historias, tiene tintes policiales y mezcla realidad con ficción al introducir a la que quizás es la más célebre pareja artística de México: Diego Rivera y Frida Kahlo.

Y no queda forzado a diferencia de lo que podríamos esperar en un principio. Son dos personajes más que dan protagonismo a Nayeli y su nieta Paloma, los personajes inventados que mientras cuentan su historia nos permiten acercarnos a los dos pintores y descubrirles de una manera cercana y cotidiana.

Siendo ellos personajes de la novela y teniendo una trama policial, no podía faltar el mundo de la falsificación en el mundo del arte. Sobre todo esto hemos hablado con la argentina que llega más mexicana que nunca.

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La cocinera de Fridafue un encargo, ¿no te echó para atrás que fuera una de las mexicanas sobre la que más se ha escrito?

No, me planteó un desafío. Querían una novela de tintes policiales con Frida Kahlo y me quedé impactada. ¿Cómo? Yo escribo novela negra, pero todos mis personajes son inventados. Yo hago y deshago como se me venga en gana. Pero Frida es una de las mexicanas más famosas si no la más, ¿qué puedo hacer yo?, ¿por qué voy a torcer esa historia y hacer una Frida Kahlo serial? Es una cosa ridícula que no tiene ni pies ni cabeza, hasta ofensivo, te diría. Sabía que la iba a presentar en la Feria del Libro de Guadalajara y no podía caer con cualquier cosa. Lo que tenía que hacer es estudiarlo y me fui a México e investigué mucho, soy periodista de investigación. Tuve claro que tenía que hacer una novela en dos tiempos para poder tener un pasado en México y un presente en Argentina y toda la mecánica policial, cien por ciento inventada, que fuera en el presente y el pasado usarlo para sembrar los misterios.

Supongo que en la unión de esos dos tiempos surgen la figura de la cocinera de Frida.

Efectivamente surge en la necesidad de tener un personaje de ficción en el pasado para poder tirar los elásticos de ese personaje y no de los otros. Yo tenía claro que no les iba a inventar a Diego y a Frida ninguna situación que no haya existido. Solo iba a meter a un personaje inventado en esas situaciones. Se me ocurre esta muchacha que llega a Buenos Aires y muere en el primer capítulo. No te estoy spoileando nada porque es el secreto de toda novela policial, el único testigo tiene que estar muerto para que alguien investigue qué sucedió.

Frida Kahlo es todo un emblema y La Casa Azul, uno de los lugares más emblemáticos de México, ¿qué conocías y qué descubriste sobre ella escribiendo esta novela?

Descubrí lo injusto que puede ser el marketing. No descubrí nada nuevo que la gente especializada no sepa. Frida Kahlo nunca me había llamado nunca la atención. Fue víctima de ese marketing de las camisetas y las agendas. Esta Frida simplificada y contenida en la definición de la muchacha que lloraba demasiado por su novio, marido tóxico. “Deja a tu Diego Rivera”, dicen las camisetas en una arenga feminista en contra de un amor tóxico, como si ponerse una camiseta fuera suficiente. Esto es lo que yo tenía en la cabeza y cuando viajo a México y empiezo a investigar, la verdad que sentí que era una injusticia muy grande porque Frida no solo era una muchacha que lloraba por amor, todas hemos llorado por amor alguna vez y no somos Frida Kahlo.

Diego también tenía otras muchachas y ella lo sabía y las conocía y cuando Diego la dejaba, Frida las consolaba, a veces en el hombro y a veces en su cama.

Entonces, ¿con qué mujer te encontraste?

Me encontré con una mujer que fue mucho más que la mujer que ha vivido en la sombra de Diego Rivera. Cosa que, además, no ha sido así. Claro que Diego fue un gran amor, tal vez el mayor amor de Frida, pero ella tuvo otros amores trascendentes en su vida. Durante diez años al mismo tiempo que estaba casada con Diego tuvo un romance apasionado y amoroso con un fotógrafo, hay cartas que han quedado, preciosísimas. Diego también tenía otras muchachas y ella lo sabía y las conocía y cuando Diego la dejaba, Frida las consolaba, a veces en el hombro y a veces en su cama. Era una mujer sumamente libre con lo que tiene que ver con su cuerpo, con el deseo, con su sexualidad.

Ahora se habla mucho del poliamor y las relaciones libres, pero en su época eso era otra cosa.

Exactamente. Diego también estaba al tanto de las otras mujeres y eso no era ningún problema. El problema que ellos tenían de idas y vueltas nada tenía que ver con terceras personas. De hecho, Frida terminó siendo amigas de muchas de las amigas de Diego que iban a llorarle a La Casa Azul, a lo culebrón mexicano. Es exactamente la definición de poliamor que vemos y estamos hablando de los años 40 y de México. Eso no significó ningún condicionamiento y ahí empecé a decir ojo, qué hay con esta mujer, es una viajera en el tiempo. Todas sus escenas documentadas, si uno las pone en el cuerpo de una chica de hoy, es moderna. Ahí hay una magia, es una mujer que, de alguna manera, trasciende a su obra.

Si uno dice Frida, todo el mundo dice Kahlo. Si pregunto el nombre de alguna de sus obras en la calle, nadie sabría decirme uno, ni siquiera describirla.

¿Quién no conoce a Frida Kahlo?

Si uno dice Frida, todo el mundo dice Kahlo. Si pregunto el nombre de alguna de sus obras en la calle, nadie sabría decirme uno, ni siquiera describirla. No porque sea mala sino porque ella es una figura voraz y única. Frida no me llamaba la atención y me empecé a volver loca. Esta mujer es maravillosa y no hay nada que pueda inventar que la haga más maravillosa. Quiero respetarle la esencia, el concepto, sus devaneos, sus locuras, sus caprichosos, era realmente caprichosa y a momentos aniñada y malcriada. Era tremendamente bella, provocadora y talentosa y tenía sus caprichos y sabía manejarlos muy bien. Era muy pequeña, muy menudita, no llegaba al metro sesenta y cuentan las crónicas que ella llegaba a cualquier evento, de cualquier lugar del mundo y el aire dejaba de correr. La gente se daba la vuelta para mirarla, más allá de su vestimenta por su actitud. Lo opacaba todo.

Y, en realidad, así la veía Diego Rivera.

De hecho, estas descripciones las hace Diego Rivera públicamente. Diego era un machote mexicano y cuando llegaba a algún lugar, porque él era la estrella, el muralista más reconocido, el pintor de palacios y le invitaban y le acompañaba Frida. Y cuando llegaban y la presentaban como la mujer de Diego Rivera, él, con su metro noventa y su vozarrón, decía que ella no era la señora de Diego Rivera, era Frida Kahlo, la única artista de la casa. Él es la persona que le dio un nombre y un apellido dentro del mundo del arte. La estimulaba constantemente, no era el machito que quería que ella se quedara en su casa encerrada cocinando. No se convirtió en Frida Kahlo por Diego Rivera y gracias a él, fue por ella, pero el que la metió en el mundo del arte y no paraba de halagarla, fue Diego. Yo con todo eso me quería hacer un festín y lo hice, 600 páginas.

Era una mujer que le daba mucha importancia al vestuario y los accesorios. Algunos dirían que eso es más femenino que feminista, ¿entiendes que para muchos sea un emblema del feminismo?

La coquetería y verse bien no tiene que ver ni con lo femenino ni con lo feminista. También hay varones a los que les gusta verse bien. A todos nos gusta vernos bien. En esa época el feminismo era un movimiento que existía. Frida nunca tuvo problemas en declarar sus ideas políticas, pero nunca se manifestó, o yo no he encontrado ninguna manifestación en la que ella dijera, yo soy feminista. Era comunista y lo decía. Gracias a Diego se fascinó por todo lo que tenía que ver con el comunismo. No hubiera tenido ningún problema en decir que era feminista. Pero ella tiene una obra bastante centrada en sí misma. Cuando era pequeña y cuando estuvo un año en cama por su conocido accidente, su padre le construyó en la cama un techo con un espejo en el que Frida adolescente se veía y copiaba su imagen. Durante un año estuvo dibujándose a sí misma. Pintaba sobre ella misma porque era lo que mejor conocía. Pero también pintaba su dolor, sus amores, sus abortos espontáneos que convertía en úteros sangrantes en el lienzo… sin embargo, hay un cuadro que llama Unos cuantos piquetitos. Hay una cama y una mujer desnuda y apuñalada y al lado hay un hombre con un cuchillo como que acaba de apuñalarla.

Si Frida era o no feminista, me tiene sin cuidado, pero queda claro que la interpelaban y conmovían las mismas cuestiones que a las mujeres de hoy que nos definimos como feministas.

Un femicidio, ¿no?

Fue una noticia que en su momento salió en los medios de Coyoacán. Un hombre había acuchillado a su mujer, la había matado y cuando los vecinos llaman a la policía al escuchar los gritos y llega la policía, el tipo con el cuchillo en la mano, dice que solo le ha dado unos pocos piquetitos. Esa noticia a Frida le impactó y es de los pocos cuadros en los que Frida sale de su universo completamente personal para contar otra cosa que no tenía nada que ver con ella. Y cuando pinta algo que no tiene que ver con ella, pinta la violencia machista, pinta un femicidio. Si Frida era o no feminista, me tiene sin cuidado, pero con este ejemplo, queda claro que la interpelaban y conmovían las mismas cuestiones que a las mujeres de hoy que nos definimos como feministas.

Ese carácter feminista, ¿fue el que te llevó a ponerle el nombre de FemProject al grupo de la nieta de tu protagonista Nayeli?

Sí, yo quería que ella fuera una chica muy moderna de hoy, que tuviera una banda de música y que sus intereses no fueran el arte pictórico. Quería una chica de redes y empecé a mirar en Instagram bandas de mujeres. La hermana de una amiga mía que es cantante estuvo en varias bandas y en ese momento, cuando escribí la novela, tenía una banda de chicas y le pregunté qué nombre le podía poner y se inventó ese nombre. Para las descripciones de las chicas de la banda iba viendo las fotos de IG de sus compañeras de banda y las saqué. Fue basado en un grupo de chicas feministas argentinas que tienen una banda.

Si hablamos de música, tú recurres a un clásico: La llorona.

Claro, Chavela. Escucho esa canción y me viene Coyoacán, me viene Frida. Tiene muchísimas versiones que son cada una más linda que la otra. Muchos lectores linkean la novela con esa canción desde muchos países donde ni siquiera hablan en español.

En los culebrones se habla de temas profundísimos y siempre se trata como un género menor y me parece una injusticia.

Varias de tus novelas se han llevado a la pantalla, esta daría para todo un culebrón, ¿algún reparo con este género?

En absoluto. Siempre digo que mi educación sentimental se la debo a Verónica Castro. Soy fanática del género culebrón, nunca jamás va a pasar de moda. Por algo las cadenas que se han dedicado a esto, Televisa, Univisión, Caracol, van a seguir dedicándose a esto. Es un género en el que aparecen todas las emociones que son transversales a todas las personas, el amor, el desamor, el engaño, la traición, el misterio de la identidad. Hay un tópico en los culebrones que una es la madre del otro, pero no lo sabe. Eso tiene que ver con la identidad y con quién somos. Si uno analiza un culebrón se encuentra con cosas sumamente profundas. Cuando en todos los culebrones siempre la protagonista termina siendo la hija de alguien que no sabe que no es su padre o su madre, no está puesto al azar como un condimento dramático, es un debate sobre la identidad, sobre quiénes somos. En los culebrones se habla de temas profundísimos y siempre se trata como un género menor y me parece una injusticia.

Tenemos que ir acabando y, aunque me gustaría hablar de tu abuela gallega o de tu último viaje a España, no quiero terminar sin hablar de otro de los temas centrales de la novela, ¿es arte una falsificación?

Es un debate hermoso que planteo en el libro sobre el que he leído mucho y tuve conversaciones con una persona que trabaja en las fuerzas de seguridad sobre lo que significaba esto, el tráfico de arte. Una persona que copia el cuadro de un gran artista tiene que tener un talento. Si yo quisiera copiar El Guernica, me saldrían unos manchones. Una falsificación que pase por el ojo entrenado, es obra de un artista. Los falsarios, que son como los corsarios de mundo del arte, son artistas. Lo que convierte ese don en un delito es la estafa, la mentira. La obra en sí, es una obra de arte. Yo creo que sí, seguramente haya estudiosos del arte que me digan que no. Una persona que me pinta un Guernica y lo miro y me parece que es el de Picasso en el Reina Sofía, es un artista. Hablo de El Guernica porque cada vez que voy a Madrid voy al Reina Sofía a verlo y lloro y no tengo un conocimiento del arte. Ese cuadro tiene algo que me hace llorar y como culebronera que soy voy a verlo para llorar. Si sale una noticia en el diario El País hablando de conmoción en el mundo porque descubren que El Guernica que hay en el Reina Sofía es falso y no lo pintó Picasso, ¿eso que yo sentí frente a ese cuadro es mentira? No, yo lo sentí igual.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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