Adriana Abenia más honesta que nunca: “Es el libro que a mí me hubiera gustado tener cuando me rompí en pedazos”
Habla de agresión sexual, salud mental, 'Sálvame', exigencias de la moda o la falsa maternidad
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Adriana Abenia, en los Premios GQ Men Of The Year. / Carlos Alvarez
Adriana Abenia es uno de esos rostros recurrentes en televisión que no ha llegado a despegar del todo por sus altos y bajos en esas apariciones. Tras leer La vida ahora, podemos entender su situación y conocer a esa persona que hay tras el personaje televisivo que se ha creado en muchas ocasiones.
En este libro habla sin filtros de su paso por Sálvame y el equipo con el que trabajó en ese programa, habla de salud mental y de agresión sexual. Y habla de cómo ha afrontado los duros momentos hasta convertirse en la mujer segura de sí misma que es ahora. Una mujer que tiene claro que un físico no significada nada y que lo que nos han contado de la maternidad es una farsa.
Una gran dosis de brutal honestidad que nos demuestra que es una mujer con discurso, con terapia a sus espaldas y con el objetivo de no clonar algunos de sus aspectos en la vida de su hija.
![Sílvia Abril reflexiona sobre la maternidad, el sexo o las nuevas tecnologías pasados los 50: “Te dejas de tonterías”](https://los40.com/resizer/v2/DH5AZXSTKJFOFCLWXUS2HEFHXU.jpg?auth=5fd20a4ba61008587694ac5cfa80f41d3f7fc90208b6a6fe7bfd6d78ba719c01&quality=70&width=360&height=270&smart=true)
Charlar con ella es como hacerlo con una amiga porque habla sin reparos y sin pudores y siempre contando lo que ella ha vivido y sentido.
Qué catálogo de revelaciones hay en tu libro, ¿qué es lo que más te costó escribir de todos los episodios que desvelas?
Sin duda, el prólogo, porque es la parte más dolorosa. De hecho, el libro comienza con mis debilidades y, de alguna manera, tuve que escribirlo como si se tratara de un diario que nadie más lo fuera a leer. Luego, empatizo con la persona que está al otro lado y me abro en canal. Nunca pensé que pudiera hacer un ejercicio de honestidad tan brutal como el que hay en La vida ahora.
Esta filosofía barata de frases sencillas para que vivamos de manera super mega positivista son venenosas, nos hacen distorsionar la realidad,
¿Te has arrepentido mucho después de tener ya el libro publicado?
No, al contrario, no sabes los mensajes tan bonitos que me están llegando. Dudé mucho de embarcarme en esta experiencia porque era dejar a la intemperie mucho de mí, pero estoy feliz. No solo ha sido terapéutico para mí, sino que es de gran utilidad para las personas que estén viviendo una situación similar, desagradable, que no saben por dónde continuar, que su vida se tambalea en esta sociedad que nos exige ir a tanta velocidad sin tener tiempo para reflexionar, para pensar, para buscar soluciones. Es el libro que a mí me hubiera gustado tener en su día cuando todo falló y me rompí en pedazos.
Reivindicas que hay que normalizar no estar bien y el derecho a estar triste.
Hay que legitimar nuestro derecho a estar mal. Todos estos mensajes subyacentes, esta filosofía barata de frases sencillas para que vivamos de manera super mega positivista son venenosas, nos hacen distorsionar la realidad, no nos permiten ver los problemas y vamos por la vida como si fuéramos burros, buscando el azucarillo, en lugar de ver lo que sucede a nuestro lado y poder aportar sentido común a nuestras vidas, que hace falta.
Vamos, que tú no desayunas con tazas de Mr. Wonderful.
Ni de coña… jajajaja… me estoy cerrando aquí una publi con la marca, pero me parece que este sesgo positivista y reduccionista de la vida es infame. Deberían estar en la cárcel todos aquellos que de alguna manera nos proponen caminar así por la vida.
Eres de las que se suman a las quejas de falta de medios para cuidar la salud mental.
Es una suerte que ahora no sea un tema tabú como lo era hace unos años en los que se normalizaban cosas que no lo eran. Dar valor a la salud mental, incluso de los más pequeños, esa comunicación y querer buscar las herramientas para ser dueño de tu vida, es sumamente importante y me da mucha pena que el 90% delos problemas de salud mental se den por zanjados en una consulta de un médico de familia en lugar de derivarte al especialista, simplemente abusando de las pastillas. Y, además, la mayoría de esas víctimas somos mujeres y es un tema que deberíamos tratar y deberían potenciar. Asumir ese coste para la mayoría de las familias es inasumible.
Empiezas hablando de la continua competitividad con la que creciste, ¿se puede prescindir de eso cuando te has educado bajo esa premisa?
Cuesta porque esa herencia de tener que medirse con los demás, tan insana hace que nunca valores tus propios logros y es algo que intento que Luna no perciba en su día a día. Hay cosas que intento no clonar de mi pasado y una de ellas es esta. Todo lo que recuerdo de mi infancia es equipararme al resto, tener que ser la mejor, buscando la excelencia. Nuestros padres buscaban que fuéramos los más guapos, los más listos, los más simpáticos y esto es ridículo. La vida no es una carrera y si la vivimos de esa forma, no la disfrutamos, pasamos de puntillas y cuando nos queremos dar cuenta, echamos la vista atrás y percibimos lo que nunca hemos sentido como nuestro, porque vivir así es como que la vida no te pertenece.
¿Ahora contra quién o qué compites?
Yo creo que no compito porque tenemos derecho a quedarnos en nuestra zona de confort. Mejorar se ha convertido en un imperativo moral. Si me apetece estar así, ¿por qué tengo que perseguir ser algo que no soy para competir contra quién? No, la vida creo que va de otra cosa. En el ámbito laboral, inviertes en tu trabajo a costa de otras cosas importantes, de tu salud, de tu familia, de lo que quieres, de tu ocio, eso es importante y no nos damos cuenta. El trabajo gobierna nuestras vidas. En el libro hablo de la tele y es una realidad que estás más expuesta y cuando lo haces bien, tienes el aplauso fácil, pero, cuando la cagas, la cagas a lo grande, pero se puede extrapolar a cualquier trabajo que te tiene secuestrado y que impide que puedas vivir momentos, en tu vida personal, que todos deberíamos poder hacer.
Aseguras que estamos en tiempos de adoración a la juventud, ¿qué tal llevas los cumpleaños?
Llevo bien lo de ir arrugándome como una pasa. ‘Mamá, aunque seas vieja te querré igual’, me dice Luna y le digo, ‘más te vale’. Lo que me da mucha pena es esa sensación de que hay un punto final, de que en un momento dado no podré acompañar a Luna con la energía que deseo, que no podré seguirle el ritmo. Nuestros niños tienen una energía envidiable y, sobre todo es eso, no poder ser eterna para ayudarla de alguna manera el día de mañana si decide ser madre, que es libre que querer serlo o no, de darle un abrazo si las cosas no salen como ella quiere, si se equivoca, porque tiene derecho a equivocarse y aprender, de ahí que intente no trasladarle mis sueños y miedos para que los vive, tienen que darse cuenta de cómo son las cosas a través de su propia percepción, todo esto es lo que más me preocupa, no el aspecto físico. Sé que la imagen es muy importante en el mundo en el que me muevo, pero he aprendido a desligarme de eso. Quiero un cuerpo que me sirva para correr detrás de ella, brincar, abrazar, besar, para lo importante.
La presión de la tele te pasó factura, sufriste episodios de ansiedad. Tú lo pasaste mal, pero supongo que a la gente de tu entorno le costaría mucho entenderlo, ¿no?
Si te soy franca, en ningún sitio, ni siquiera en el libro pongo nombre y apellidos a lo que me pasa porque no quería un titular fácil y muchos medios se han encargado de escribirlo, pero de mis labios no ha salido. Eran muy pocas las personas que sabían lo que me había sucedido, lo han lamentado y vivido a mi lado con intensidad porque he estado bloqueada durante muchos años porque no pedí ayuda a un profesional. Si ahora me hubiera sucedido lo hubiera gestionado de manera muy diferente, pero eran otros tiempos, yo era una recién llegada a la televisión, mi repre me repetía una y otra vez que, si no era yo, habría otra que me sustituiría porque nadie es insustituible y todo eso me hizo cegarme demasiado por esos focos de la tele y no poner la luz en lo que importaba. Con salud puedes empezar una y mil veces, pero sin ella, no. De alguna manera eso me salvó porque hizo que lo que me pasó no fuera tan real, pero también evitó que yo me protegiera, que me cuidara, que tuviera más en cuenta mi salud mental y, de hecho, luego, cuento en el libro que hay una recaída. Hay mucha autocrítica en el libro, me juzgo, no de manera dura como lo hacía antaño, pero sí percibo dónde están los errores para no volver a cometerlos.
Si Sálvame ha perdido tantos adeptos tienen que asumir la circunstancia de que la audiencia es soberana y que lo que hace años funcionó, ahora puede que ya no tanto.
El episodio de agresión sexual tras un directo que relatas, hoy acabaría en los juzgados con los precedentes que hemos visto últimamente, ¿no?
Por supuesto, pero es que me vino muy grande, me sentí tan mal, sobre todo lo que ocurrió al día siguiente porque ese incidente en Miranda del Ebro el 6 de octubre de 2010 precipita lo que ocurre al día siguiente. Todo se estaba gestando en mi cuerpo y yo no escuchaba los síntomas, pero al final he aprendido que diseñar tu vida para gustar a otros en un error. A quien realmente tienes que gustar es a ti mismo. No puedes crear lo que tú eres entorno a lo que la gente opina de ti porque no es real y eso sí que, a mi hija, en un lenguaje adaptado, intento que comprenda.
Hablas de tu paso por Sálvame y lo duro que fue. Para empezar, confiesas que mentiste y no te fuiste, sino que te echaron. También aseguras que Raúl Prieto, director, no te soportaba. ¿Te has desquitado?
En el libro no juzgo a nadie, no hago de verdugo, pero narro las cosas como se han producido. Me dio lo mejor y lo peor de mi vida porque el final no me lo esperaba, pero es verdad que hay derrotas que hay que celebrar con toda el alma y esa fue una porque si hubiera continuado, no sé en qué hubiera derivado. En cuanto a lo de Raúl Prieto quiero que la gente entienda en qué circunstancias vivía yo en ese momento. Estaba viviendo ese momento de oscuridad sin el apoyo de uno de los directores, pero también quería que la gente comprendiera que no se puede gustar a todo el mundo, es imposible, se pierde la energía en algo que jamás conseguirás y no pasa nada.
Aseguras que no quisiste estar en el final de Sálvame por coherencia, ¿conservas algún amigo de aquella experiencia?
Hay gente del programa con la que sigo teniendo amistad y que continuó estando allí, no delante de las cámaras, pero sí detrás. No soy una persona rencorosa, este libro ha servido para cerrar heridas, no para abrirlas. Y si alguien puede juzgar a raíz de alguna opinión vertida, algo negativo, será porque probablemente no se ha leído el libro y se ha hecho una idea a través de lo que ha podido escuchar. Pero las críticas están siendo muy positivas. Si Sálvame ha perdido tantos adeptos tienen que asumir la circunstancia de que la audiencia es soberana y que lo que hace años funcionó, ahora puede que ya no tanto. Las nuevas generaciones consumen la televisión de manera diferente, los personajes que abraza el público, cambian. Los amores cambian en la tele y hay que estar preparados para que te quieran y para que no.
Raquel Sánchez Silva se quedó con el puesto en Supervivientes al que tú también optabas, y Cristina Pedroche con el de Sé lo que hicisteis. ¿Sueles ser más crítica con su trabajo por eso?
Nooo, para nada, aparte me llevo muy bien con ellas. La vida en general es así, unas veces ganas y otras pierdes, y hay veces que pierdes y, en realidad, estás ganando, pero no lo sabes hasta que han pasado unos años. En el casting de Sé lo que hicisteis, es verdad que no me cogieron, pero a las dos semanas me cogieron para presentar un programa en Telecinco. En este mundo nunca se sabe. Ya no es que hagas un mal o buen casting, sino que hay circunstancias que no están en tus manos. Raquel Sánchez Silva lo hizo increíble y en esos momentos, por las circunstancias, estaba más capacitada que yo. Vivir con salud es vivir aceptando que unas veces te dan un sí por respuesta, y otras, un no.
En el amor no te puedes quejar, aunque no todo es maravilloso, mantienes la misma pareja desde los 15 años… ¿Nunca has pensado cómo sería estar con otra persona?
Si te digo la verdad, nunca he fantaseado con ello. Estoy tan a gusto en mi pequeña familia de tres, e incluso cuando Luna no existía he podido decir alguna vez, ‘no sé qué hago contigo’, en enfados que dices cosas que no piensas para fastidiar, pero no, ha sido una persona muy importante en mi vida. Es mi memoria. Sergio tiene una memoria de elefante. Tenerlo cerca para mí es muy importante. Hay un respeto en la pareja, hay complicidad, confianza y esos valores son fundamentales.
Antes nos decían que si las cosas iban mal, un niño uniría a la pareja…¡mentira!
Dices que una de las claves es discutir, no sé yo los psicólogos que dirán de esto.
Estos psicólogos que libran las batallas en los mapas, pero no se ensucian las manos en el barro me hacen mucha gracia. Realmente, para marcar límites, para definir lo que tú eres, que el otro no te consuma de alguna manera, que no se apropie de tu propia personalidad tienes que dejar claro lo que te gusta, lo que no te gusta y hasta dónde estás dispuesto a dar. La convivencia es una negociación y así lo entendemos en esta casa. Ahora discutimos menos porque ya nos lo hemos dicho casi todo, pero es importante discutir y debería tratarse este tema de otra manera. La gente se calla tantas cosas que llega un momento en el que la mierda se hace tan grande que ya no es posible enderezar la relación.
Hablas de maternidad. Algo a lo que te negabas en un principio y que finalmente llegó e, incluso, ahora te plantea el dilema de si volver a ser madre o no, ¿lo tienes claro ya?
No. Aquí como somos dos, él es el que no quiere repetir. Las mujeres podemos ser muy convincentes, pero si algún día repetimos quiero que sea porque lo queremos los dos y en este momento eso no se da y lo respeto. Ahora ya viajamos con Luna a todos lados, es muy del equipo, muy disfrutona, ya duerme maravillosamente bien y tampoco sé si mi relación aguantaría volver a tambalearse de nuevo. Es complicada la maternidad, nadie nos habló de ese techo de cristal que supone, porque como la conciliación es una utopía, a veces tienes que renunciar a muchas cosas que para mí también son importantes. No hay abuelos en Madrid y delegar me cuesta.
Eres de las que apuesta por hablar de la maternidad real, la que tiene sombras, ayer hablaba con Silvia Abril que hace lo mismo en el libro que acaba de publicar… vamos a bajar la tasa de natalidad.
Jajajajajaja… ¿Por qué nos engañan? Realmente la hostia sería menos dura. Creo que nos haríamos mucho bien si fuéramos francos y realistas entorno a que sí, puede ser muy idílico a ratos, y muy bonito, porque un abrazo de Luna, o un beso cuando más lo necesitas para ti, lo supone todo. Muchas veces tensan la cuerda y sientes que están buscando tus límites y yo soy muy paciente y es verdad que consigue abordar las situaciones con bastante coherencia, pero no es fácil. Partiendo de que el embarazo nunca sale como tienes planeado, el parto a veces, lo mismo y con la pareja existen fricciones y los niños nos pueden separar. Antes nos decían que si las cosas iban mal, un niño uniría a la pareja…¡mentira! Y esta necesidad de hacer sentir mal a las madres que no alimentan a los hijos con pecho, que cada una elija lo que mejor le venga, lo que le parezca, porque las madres y los padres lo hacemos lo mejor que podemos en todo momento y no por darle biberón a mi hijo voy a ser peor madre. Mi necesidad era dormir en vista a mis antecedentes y cada vez que iba al hospital y veía esos cartelones que decían que, si quieres lo mejor para tu bebé, la lactancia, yo me sentía fatal. Debemos dejar de lado según que frases que nos hacen sentir mal. Bastante duro ya es ser madre o padre como para que nos toquen las narices.
Antes emulábamos a gente real, pero es que ahora a veces nos fijamos en cosas que no existen y eso es super peligroso porque el maquillaje tiene sus límites, pero el mundo virtual, no.
Hablando de Silvia Abril, ella también me decía que, con el paso de los años, el sexo va desapareciendo Despacito como Luis Fonsi. Tú aseguras que pasa a un segundo plano…
He tenido momentos de no querer parar porque con Sergio el sexo siempre ha sido maravilloso, antes y a hora, lo que pasa es que ahora, cuando estoy cansada no tengo ganas de forzar situaciones, que creo que nunca nadie me pillaría el punto tal y como él me lo ha pillado porque nos conocemos tan bien que sabemos qué tecla tocar…jajajaja… pero cierto es que cuando llegas cansada, después de trabajar y Luna no se ha dormido a la hora y estás reventada como si te hubiera pasado un camión por encima en la cama, de lo único que tengo ganas es de dormir y descansar. Él es muy parecido, no hay reproches. Yo cumplo cuando tengo ganas. Además, lo de fingir orgasmos tampoco ha ido conmigo. Ahora estoy muy sincronizada. En lo de fingir orgasmos, al final estamos siendo poco honestos con nosotros mismos, es que no hace falta fingir en la vida y disfrazar sensaciones y sentimientos. Seamos más naturales.
También tratas el tema de redes sociales. Reconoces que no coleccionar los likes esperados te hicieron sentir impopular y que somos narcisistas por naturaleza y queda patente en estas redes, ¿cómo las afrontas a día de hoy?
He ocultado los likes porque no quiero que la gente sienta esa necesidad de evaluar una foto en torno a los likes que acumula. Es insano, también de cara a niños y adolescentes. A veces me he sentido culpable, cuando me he planchado la ropa con faceTune, me siento mal porque estoy adulterando las fotos y la gente se piensa que nuestra realidad es maravillosa cuando a lo mejor tenía un grano lo he tapado o tenía ojeras y lo he distorsionado para mostrar buena cara. Creo que deberíamos hacer un ejercicio de decir, al menos, cuándo estamos haciendo trampas, sobre todo, por esa gente más vulnerable que ve en los personajes públicos alguien a quien emular. Antes emulábamos a gente real, pero es que ahora a veces nos fijamos en cosas que no existen y eso es super peligroso porque el maquillaje tiene sus límites, pero el mundo virtual, no.
Hablas de feminismo, pero con cortesía y respeto, no sé si eso está muy en la línea del feminismo que se reivindica hoy en día.
Yo no sé si estoy alineada con según cosas que se hablan ahora. Creo en la igualdad de géneros, creo que el feminismo ha hecho muchas cosas por nosotras y yo remo a favor para que mi hija tenga una vida más equitativa. Creo que también criticar ciertas conductas como las que han acontecido en el deporte, está muy bien porque, tal y como cuento en el libro, lo que me pasa el 6 de octubre, ahora lo hubiera gestionado de otra manera. Pero que te abran una puerta, que te ayuden si vas cargado, que te cedan el sitio si estás embarazada, me parece lo normal, lo contrario me parece ser un maleducado o maleducada, pero hablo en ambos géneros. Soy muy feminista, pero con sentido común.
No hace mucho te has reencontrado con el Rey Felipe VI, ¿te comentó si había leído tu libro?
Lo he mandado dedicado. Lo tienen y me hace mucha ilusión que así sea. Cuando regresé a casa mi hija me dijo, ‘mamá, has estado con los Reyes Magos’, bendita inocencia. Ellos han sido importantes para mí, por lo que cuento en el libro, por lo que nos ha unido, porque Casa Real me protegió el día 6 de octubre y gracias a ellos salí de esa plaza. Me hizo gracia. Estaba Cienfuegos, de seguridad de Casa Real, que también aparece en el libro. Es entrañable coincidir con ellos, con Letizia.
¿Mantienes relación con la Reina Letizia?
He coincidido con ella…jajaja… la verdad es que hay una relación bonita porque todo se hizo desde el respeto desde el primer momento y me han acompañado a lo largo de estos años, también en entrevistas en las que me habéis preguntado por ellos. Han pasado años y siempre coincidir es bonito.
¿Qué no te gustaría que pasara desapercibido de este libro?
Para mí es motivo de júbilo saber que puede ayudar a mucha gente y lo está haciendo. Hay mensajes de gente que me está contando su propia historia y me da mucha pena no poder contestar uno a uno. Solo por eso ha merecido la pena, de largo, haber escrito este libro y, sobre todo, haciendo el audiolibro que pasé cuatro o cinco días sin dormir. El día que terminé, ese día dormí a pierna suelta, pero fue muy extraño.