Carmen Mola sobre su escritura a seis manos: “Son mejores Paul McCartney y John Lennon juntos que cada uno por separado”

Hablamos de true crime, Nacho Cano, espiritismo o palo mayombe

Carmen Mola en el Mirador del Cristo en La Habana.

Carmen Mola en el Mirador del Cristo en La Habana. / JAVIER OCANA

Gracias al Premio Planeta y La Bestia, descubrimos que Carmen Mola no era una autora amante del género policíaco, sino que era el apodo de tres guionistas audiovisuales que habían unido fuerzas para crear un proyecto común.

Siguiendo la estela de aquella novela, Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero acaban de lanzar El infierno. Un nuevo viaje al siglo XIX para conocer la Cuba colonial y la lacra de la esclavitud de manos de una historia de amor que surge en Madrid y se traslada a la isla.

Pero que nadie se confunda que, junto a ese amor, hay una historia de maldad y crueldad no apta para los más sensibles. Un infierno que deja a Dante como un principiante en esto de crear esferas oscuras.

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Con un lanzamiento de 400.000 ejemplares, esta nueva novela es, sin duda, una de las grandes apuestas literarias de la temporada y hemos querido conocer todas las curiosidades detrás de este nuevo lanzamiento que sería buena lectura para la cercana noche de Halloween.

Se habla del fenómeno Carmen Mola, ¿cómo lo entendéis vosotros?

Agustín Martínez: Es complicado explicar el fenómeno Carmen Mola. Lo entiendo como una suerte que nos ha pasado. De repente encontrar que las novelas que escribíamos encontraban un montón de lectores que iban creciendo, es algo que le pase a un escritor. Lo normal es publicar una novela, que se venda muy poquito, que te haga mucha ilusión y ya está. Nosotros, de pronto, dimos un salto, es algo impredecible. Y se genera ese fenómeno Carmen Mola que parece que tiene una identidad propia y un estilo propio. Cómo empezamos y cómo surge es algo mágico. Uno coge una novela de Carmen Mola y se da cuenta que efectivamente es de Carmen Mola, pero eso es algo que nos ha colocado en un sitio de privilegio en el que tenemos buenas tiradas y promoción alrededor de los libros y les pasa a muy pocos escritores.

Llega El infierno con algún guiño a La Bestia, ¿tiene algo que ver que haya sido vuestra novela más vendida y la que ganó el Premio Planeta?

Jorge Díaz: Cuando escribimos La bestia nos lo pasamos muy bien y, si, además, ganamos el Premio Planeta y tenemos una gira por toda España, Sudamérica y México te quedas con ganas de seguir por ahí. Cuando escribimos otra novela de la serie de Elena Blanco, después dijimos, -vamos a volver al mundo de La bestia-. Habíamos decidido que fuera en el siglo XIX que es muy apetecible para un escritor porque no es demasiado conocido ya que en los programas escolares nunca se llega bien a ese período. Escribimos La Bestia sobre la epidemia de cólera en Madrid, un Madrid muy oscuro y seguimos mirando a dónde podíamos ir en el siglo XIX, teniendo en cuenta que para Carmen Mola su lugar es Madrid. Y encontramos ese Madrid, exactamente 32 años después, muy distinto. Ahora era luminosa y aparte de todas las dificultades, la gente buscaba ser feliz. Había teatros, cafés, flamenco, un parque de atracciones llamado Campos Elíseos donde ahora está el barrio de Salamanca… Nos gustó mucho y pensamos escribir una novela sobre eso. Pero se nos cruzó Cuba y la esclavitud. Hemos acabado escribiendo la historia de amor que queríamos, pero no la historia de Madrid y el teatro que queríamos, sino una historia de Cuba, el teatro, la esclavitud y los asesinatos que se nos presuponen a Los Mola. La vida y la documentación te va llevando por ahí.

Antes de publicar esta novela, ¿cuál es la imagen que os venía a la cabeza cuando pensabais en el infierno?

Antonio Mercero: Hay tantos infiernos, nosotros estamos todo el rato explorando el mal y en todas las novelas el infierno está bastante presente, el diablo, el demonio, en forma de maldad, psicópata o de asesino razonado, en el fondo es el mal también. El infierno son las víctimas vulnerables como son los niños o las mujeres que sufren la violencia sistémica, como en nuestra obra anterior. Aquí, el infierno es la esclavitud pura y dura, la tortura y explotación de un ser humano, el asesinato de seres humanos porque tú tienes el poder. La sensación de que el reparto de roles, uno tiene el poder y el resto son sometidos, eso es un infierno. La desigualdad es un infierno. Pero aquí, el infierno está concretado en la esclavitud que hay en Cuba.

Ahora hablaremos de ese infierno, pero, si nos situamos en el siglo XXI, ¿cuál sería ahora el infierno?

Agustín Martínez: Ese concepto de infierno ha cambiado un poco. Existe un paraíso que es el mundo occidental, el lugar donde estamos con una serie de privilegios, pero que es una minoría dentro de todo el mundo. Existen muchos infiernos. Existen lugares en África donde la gente lo pasa fatal, en Asia, Latinoamérica. El mundo está evidentemente desequilibrado. Cuando estás escribiendo una novela histórica, te quedas con la sensación de que lo que estás escribiendo también tiene una lectura contemporánea y hay unos símiles evidentes. Hemos hablado de los colonos asalariados, la gente que se llevaban a Cuba con la excusa de darles trabajo y que iban a vivir bien y luego estaban esclavizados y eso es la trata de mujeres, ni más ni menos. Hemos diseñado en el mundo contemporáneo una esclavitud menos moderna porque no vemos a los esclavos, pero ahí está la gente trabajando en Asia o África, fabricando camisetas y pantalones en unas condiciones que nosotros no aprobaríamos aquí. Hemos diseñado ese tipo de esclavitud.

Y si hay infierno, hay demonio, una figura muy literaria. Sin desvelar quién es el de la novela, ¿podrías asegurar que tiene capacidad de amar?

Jorge Díaz: Tiene capacidad de amar o de simular amor. Me parece más normal de lo que parece, simular empatía y amor. Nuestro personaje es el demonio y existe y simula tan bien el amor que a veces piensa que lo siente, pero en cuanto rascas, te das cuenta de que es el demonio. En todas novelas, siempre hay un demonio. Como hemos decidido que en las novelas de Carmen Mola se va a explorar el mal, en La novia gitana era un psicópata individual. En la segunda era una organización del internet oculto. En la tercera una familia prácticamente caníbal. En la cuarta una organización que traficaba con madres de alquiler. En La bestia, eran miles de bestias que eran el demonio, más social, la desigualdad social. Y en esta tenemos un demonio en persona, pero también un demonio sistémico, la esclavitud y la diferencia social tan injusta. Todos los hombres nacen iguales, pero un minuto después ya no lo son.

Cuando uno se centra tanto en el mal, supongo que tiene claro que es erradicarlo no es más que una utopía, que es algo intrínseco al ser humano, ¿no?

Antonio Mercero: Total, es intrínseco al ser humano y no caemos en ningún caso en esa ingenuidad de que se puede erradicar el mal. Pero no hacemos novelas maniqueas de aquí está el bien y aquí está el mal. El bueno tiene zonas oscuras y es capaz de un montón de atrocidades y flaquezas y el malo también le puede regalar flores a su madre, como es el cliché del asesino despiadado. El malo puede tener sentimientos bondadosos. La maldad existe, pero está atenuada por otros claro oscuros. En las novelas de Elena Blanco, los policías que encarnan el bien traspasan líneas rojas una y otra vez. No es tan fácil estar en el extremo del bien todo el rato y tampoco creo que el demonio esté en el extremo del mal todo el rato. Hace incursiones por el espectro y puede parecer, de una manera super inquietante, una persona dulce y bondadosa.

Hay escenas brutales en la novela que si fueran hechos reales de hoy en día daría para artículos muy morbosos.

Agustín Martínez: No son artículos reales contemporáneos, pero sí que nos basamos en un caso real, el de una hacendada americana que, en teoría, hacía lo que hace nuestro demonio que era torturar a los esclavos hasta el extremo, hasta el punto de batirles el cerebro. Es una historia que se mezcla entre lo real y el folklore en Nueva Orleans. Pero, por desgracia, esta cosa que nos parece muy tremenda, basta abrir el periódico para ver que hay casos iguales o peores hoy en día. Estos días estaba la historia de este tipo que abusaba de su hija y la alquilaba a otros pederastas en Madrid, que es estremecedora. ¿Cómo el ser humano puede llegar a hacer esto? Esa pregunta que te genera algo tan repulsivo como esos actos de violencia o explotación infantil es lo que nos impulsa mucho a escribir y a preguntarnos por qué sucede eso y por qué el ser humano es capaz de cometer estas atrocidades, qué tenemos averiado ahí dentro.

A la gente le llama mucho la atención asomarse al mal desde el sillón de su casa, con seguridad y un libro en las manos.

—  Jorge Díaz

Y no las atrocidades que se cometan sino el interés que generan. Tenemos reciente el caso de Daniel Sancho, o el éxito de series como El cuerpo en llamas. ¿Qué nos pasa con el true crime?

Jorge Díaz: Cuando hay un accidente en la carretera se montan atascos porque la gente reduce la velocidad para verlo. Yo creo que hay una curiosidad malsana hacia el mal y, sobre todo, cuando hay crímenes tan espectaculares y con tantos componentes de culebrón. Detrás de los reales hay familias y hay personas que sufren y nos preguntan mucho y no nos gusta hablar de casos reales porque no sabemos qué componentes hay. Los nuestros son de ficción y nos damos cuenta, porque además la experiencia nos dice que es así, que a la gente le llama mucho la atención asomarse al mal desde el sillón de su casa, con seguridad y un libro en las manos, con la chimenea en invierno o el aire acondicionado en verano. A veces nos dicen que nuestro libro lo tuvieron que cerrar un momento para tomar aire y después seguir y dices, -pero seguiste-. O me dicen, -he leído vuestros anteriores cinco libros, pero eran tan fuertes que el sexto no lo voy a leer- que te crees tú eso, lo vas a leer como yo lo he escrito.

Hablabais antes de la documentación que conlleva una novela como esta, ¿hacéis quedadas en la Biblioteca Nacional?

Antonio Mercero: Jajaja… no, lo encuentras todo en internet y cuando alguien encuentra algo se lo manda a los demás. Encontramos un diario de viajes de un americano, que se llama Cuba, pluma y lápiz y da cuenta de su viaje a La Habana en 1866, el año de nuestra novela. Te cuenta hasta cuánto valía el billete de tren para ir a Matanzas, lo que comió en tal taberna, era como un trip advisor de la época, una maravilla para enterarte de esas cosas. Y luego, algunos libros que se han encargado de la esclavitud como Cimarrón, de Miguel Barnet, en el que un esclavo habla en primera persona de cómo se vivía en un ingenio en su régimen de esclavitud. Vas haciendo acopio de relatos, documentos, libros, noticos y vas sumando tu imaginación, sensibilidad y vas encajando la trama y haciendo el retrato de esa época. Es bonito el trabajo de aprender cómo era todo, luego hay que hacer la digestión para no caer en la tentación de redactar la documentación de todo lo aprendido.

El colonialismo es un tema del que se ha hablado últimamente. Nacho Cano nos ha regalado declaraciones muy polémicas al respecto, ¿le entendisteis?

Agustín Martínez: A Nacho Cano no le entendemos nunca. Dejémosle con su mundo paralelo. Nosotros cuando miramos atrás intentamos no hacer una mirada ideológica al pasado. Intentamos hacer una mirada historicista sobre lo que sucedió para contarlo. La realidad y esto no admite discusión es que España fue el último país europeo que abolió la esclavitud, el segundo en el mundo occidental porque un par de años después lo hizo Brasil. Estuvimos traficando con esclavos, de manera ilegal, hasta 1886. Toda Cuba y todo el esplendor de Cuba se levanta sobre el trabajo forzoso de esclavos arrancados de Áfrico. Jornadas de trabajo de 16 y 18 horas, había incluso niños de siete años trabajando. Basta con mirar en los censos de los ingenios para saberlo. ¿Quién se enriqueció con todo eso? Si uno va siguiendo el hilo, hay personajes que se hicieron muy ricos en La Habana y que cuando llegó la independencia se convirtieron en pro hombres en España, gente con mucha influencia, con títulos nobiliarios que amasaron grandes fortunas. No estamos revisando nada, simplemente contando lo que sucedió y nadie se puede sentir orgulloso de que España fuera una potencia esclavista en 1866 que es cuando está ambientada la novela. Los hechos son los que son, como que en Cuba no queda población indígena.

Habéis pasado por La Habana tras escribir el libro, ¿era fácil imaginarse aquel siglo XIX con lo que queda ahora?

Jorge Díaz: Es complicado y a la vez fácil porque muchas cosas están ahí, pero se están cayendo. Veía en la tele que se había caído un edificio y veías su derrumbe y piensas, este debía estar en la época reflejada en la novela. Está todo tan deteriorado que todo te parece que es de 1866 o antes. Se ven muchas cosas que te imaginas, pero tienes que hacer una labor de recreación. Cuando pones a tus personajes paseando por las calles donde había un comercio muy lujoso, con mucho oropel, donde se llevaban perfumes franceses, ingleses, que había modistas con lo último, los maravillosos teatros con compañías de ópera, y ahora lo ves todo tan deteriorado donde apenas hay tiendas. A mí una de las cosas que más me llamaron la atención es que no hay publicidad, no hay carteles y te imaginas cómo era antes y cómo es ahora y cuesta, pero estás paseando por las mismas calles por las que paseaba Leonor, que es un personaje de ficción, pero habría habido muchas Leonor Morell paseando por esas calles.

Un doble relato, la novela, por un lado, y el manuscrito que vais descubriendo por capítulos. ¿Cuál os ha resultado más inquietante de escribir?

Antonio Mercero: El manuscrito es inquietante a más no poder. Está escrito en una clave bastante gótica, de novela de Henry James, de Stevenson… autores del siglo XIX que cultivaban ese género de novela de terror o gótica. Es muy inquietante y está hablando frontalmente del infierno y el demonio. Pero la novela no es menos inquietante ir moviendo a los personajes y la trama por estos territorios convulsos. De un territorio convulso del que hay que escapar por un accidente de la trama, los vas llevando a lo que parece un refugio seguro y resulta que los estás metiendo en la boca del lobo. Te dan hasta pena los pobres amantes de la novela, porque yo creo que esta novela está vertebrada por la trama de amor y por el manuscrito, y esa sensación de que a tus amantes descarriados los vas llevando a la boca del lobo, no es cómoda, nosotros tenemos nuestro corazón, pero es exactamente lo que hacemos. Él se convierte en un esclavo y ella trata de sacarlo de ahí y no sabe si luchar contra su pasión o mantenerse con un hombre al que no quiere, todo esto son infiernos también. Los infiernos del amor están aquí también presentes.

¿Hay límites a la hora de mostrar la maldad y la depravación?

Agustín Martínez: El límite que nos ponemos siempre cuando estamos escribiendo es que lo que estamos contando sea pertinente para la historia, que no haya nada gratuito, que no matemos a uno por el hecho de que hace diez páginas que no matamos a nadie. Vamos a cortarle la cabeza a alguien y lo describimos así con detalle. Lo que intentamos es que cada cosa que sucede tenga un sentido. Los estallidos de violencia y los momentos más duros de leer son momentos catárticos para los personajes, suponen grandes giros emocionales. Nuestras historias juegan con ese mundo de la violencia y cuando llegamos ahí, lo que no vamos a hacer es no describirlo. Nuestro límite es que lo que estemos contando sea importante para la evolución del personaje.

Habéis hecho mucho hincapié en la historia de amor como columna vertebral de la novela, pero a ver si va a haber algún lector de comedia romántica que busque su ‘happy end’.

Agustín Martínez: Mientras se haya comprado el libro nos parecerá bien.

Jorge Díaz: Nos parecerá bien abrirle los ojos porque, además, el amor tampoco es tan bonito.

Antonio Mercero: Es un infierno también.

Hay una espiritista, de esas que también crean inquietud por su apariencia física. Ese interés por otros mundos extra sensoriales también es muy actual.

Jorge Díaz: El siglo XIX es el siglo del espiritismo. Me acuerdo cuando escribimos La Bestia, los dos personajes se conocían en el Teatro de las Fantasmagorías que tenía sesiones espiritistas. Es una época muy crédula con todas estas cosas. Y nos inventamos este personaje para meter al personaje Clara Villafranca que es la hermana de Lucía. Nosotros pensábamos que La Bestia había quedado muy bien cerrada, pero todo el mundo nos preguntaba qué pasaba con Lucía y metimos a Clara Villafranca para que dijera –hablé con ella gracias a Madame Bissom- y quedara claro que está muerta. A mí me apasiona esta madame con los párpados cosidos porque solo ve hacia dentro, el mundo de la oscuridad. Y también el Palo Mayombe que es menos conocido. Todo el mundo conoce el vudú, pero son manifestaciones de lo mismo, de los ritos africanos que se importaron en América. En todas las novelas hay algún toque de este tipo de religiones.

Yo he estado viendo candomblé y es muy aburrido. Esperas que pasen cosas maravillosas y no pasa nada. ¿Que le cortan el cuello a un gallo? Vale, pero ya.

—  Jorge Díaz

Pero, ¿habéis presenciado algún tipo de rito de estas religiones?

Jorge Díaz: Yo he estado en ritos de candomblé en Salvador de Bahía.

Antonio Mercero: Antes preguntabas por el fenómeno Carmen Mola, empezó por un gallo degollado.

Jorge Díaz: Yo he estado viendo candomblé y es muy aburrido, te tengo que decir. Esperas que pasen cosas maravillosas y no pasa nada. ?Que le cortan el cuello a un gallo? Vale, pero ya.

Agustín Martínez: Las religiones tienen un componente cultural. En Las madres, que había otro rito africano, el personaje decía, -yo cuando llegué aquí y me encuentro a un montón de gente vestida de nazarena paseando por las calles, pensaba que estos españoles están locos-.

Antonio Mercero: Nuestro rito es absurdo para un forastero. Para alguien que no predica el catolicismo se pregunta qué son estas cosas tan raras que hacen. Bebemos la sangre de Cristo, tenemos un señor crucificado, gente procesionando descalza y fustigándose… un fervor que desde fuera y pueden pensar que están locos, tenemos para darnos de comer aparte.

Somos conscientes de que son mejores Paul McCartney y John Lennon juntos que cada uno por separado. Sucede algo diferente cuando se juntan y eso es lo que nosotros proponíamos en Carmen Mola.

—  Agustín Martínez

En música estamos acostumbrados a agrupaciones, en el tema literario no tanto, ¿cuál es la ventaja de escribir a seis manos?

Agustín Martínez: Posiblemente, que cuando uno está escribiendo solo llega un momento en el que se rinde. Hay un elemento de la trama en la que dices que esto funciona y no le das más vueltas porque piensas que ya está bien escrito. Pero estando tres siempre hay algún cabrón que dice –vamos a darle una vuelta porque este personaje aún no funciona, este giro puede ser mejor porque está poco original-. Hay un rollo de retroalimentación de que nunca estás conforme con lo que estás haciendo que hace la mejor la novela, la enriquece y la hace más compleja y original que es en el camino que está Carmen Mola. Este sentido de trabajo no tendría sentido hacer auto ficción u otro tipo de literatura, pero en la que nosotros afrontamos, sí que tiene esta ventaja. En esto de la creación colectiva, creo que en la música lo entendemos perfectamente. Somos conscientes de que son mejores Paul McCartney y John Lennon juntos que cada uno por separado. Sucede algo diferente cuando se juntan y eso es lo que nosotros proponíamos en Carmen Mola.

Vamos, que sois los Beatles de la literatura.

Antonio Mercero: Sí, es así, como dice Agustín, sale algo diferente. Yo no puedo escribir una novela de Carmen Mola, ni Jorge, ni Agustín, podemos escribirla los tres juntos.

¿Quién de los tres puso el punto final?

Jorge Díaz: No me acuerdo, la editora. Siempre el punto final lo pone el plazo. Simbólicamente lo pusimos los tres juntos, en la práctica la editora que nos dio un día y lo que nos había dado tiempo a hacer hasta entonces.

Cuando la novela sale con una tirada de 400.000 ejemplares, ¿uno puedo dormir tranquilo?

Antonio Mercero: Yo duermo como un cesto. Llevo tres días durmiendo cuatro horas, y me dicen que es poco, pero les digo que de noche recupero… jajaja… a mí no me quita el sueño. Nosotros ya hemos hecho el trabajo. Es una barbaridad, pero ahora a la editorial le queda hacer su parte que es vender el libro. Nosotros tenemos que escribirlo y ahora apoyarlo haciendo promoción, pero nuestro trabajo ya está. A mí lo que me da vértigo es el momento que hay que construir una trama original y poderosa y llevamos cinco libros previos y qué demonios vamos a hacer para mantener ese nivel de originalidad y sorpresa, de reflexión social, de profundidad, qué hacemos. Ese momento creativo de la trama es lo que me da vértigo. Ahora estamos preparando otra y tenemos ese mismo vértigo. Ahora nos toca relajarnos y dormir como un bebé.

Preparando nueva novela, ¿seguís en el siglo XIX?

Agustín Martínez: Ahora mismo no, estamos en otra época, pero es posible que volvamos en un momento dado al siglo XIX porque hemos disfrutado mucho escribiendo La Bestia y El Infierno porque es un género muy distinto a la serie de Elena Blanco y te olvidas un poco del thriller policíaco más clásico que es lo que hacemos ahí y nos lanzamos a esto que es una mezcla de géneros con la que nos lo pasamos muy bien.

Nosotros estamos convencidos de que en la policía tienen nuestras direcciones de IP.

—  Jorge Díaz

Ya para acabar y como curiosidad. Después de escribir esta novela, ¿Netflix os recomienda mucha serie de terror y crímenes?

Jorge Díaz: Nosotros estamos convencidos de que en la policía tienen nuestras direcciones de IP porque cualquier guionista o escritor, sus búsquedas de google son ‘¿cómo se descuartiza un cadáver con un hacha?’ y entonces creo que suenan las alarmas en la policía que ve cómo hay gente que está buscando cómo se abre un cerebro y se baten los sesos y miran y dicen –ah, son los de Carmen Mola-.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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